Publicamos “El problema de la sociedad industrial”, un extracto de la obra de Abdullah Öcalan Sociología de libertad: Manifiesto de la Civilización Democrática, volumen III.
La revolución industrial, tan importante como la revolución agrícola, se ha desarrollado con altibajos, experimentando un salto cualitativo a finales del siglo XVIII y principios del XIX basado en miles de años de acumulación. Es imposible adivinar dónde, cuándo y cómo se detendrá o será detenida. Esta revolución tiene una característica parecida a la razón analítica; es, de hecho, el producto de esta razón. Y está bajo el dominio absoluto del capital. En cambio, no hay duda de que el capital mismo no es el creador de la mayoría de las herramientas industriales. Sin embargo, el capital se ha ocupado de hacerlas herramientas rentables y ha tomado posesión de las que considera esenciales. La producción en masa ofrece una gran oportunidad para el desarrollo de la sociedad. Igual que pasa con la razón, una industria al servicio de las necesidades de la sociedad sería valiosa. El problema no es la industria en sí misma, sino su enfoque. La industria es como la opción nuclear. Cuando es utilizada por los monopolios puede ser una amenaza sin precedentes para la vida, presagiando tanto un desastre ecológico como una guerra. De hecho, se ha hecho cada vez más evidente que su uso para la obtención de beneficios acelera la destrucción del medio ambiente. La industria está convirtiendo velozmente a la sociedad en una sociedad virtual. Los humanos están siendo reemplazados por la robótica. Si esto continúa así, no pasará mucho tiempo antes de que los propios humanos sean redundantes.
Hay un consenso generalizado sobre que el actual estado del medioambiente no solo amenaza a la sociedad, sino a toda la vida en la Tierra. Debo poner énfasis en subrayar que señalar a la industria como la única responsable de esto puede ser una aberración. A su manera, la industria es neutral. Una industria en armonía con la existencia de la sociedad puede jugar un papel en el desarrollo del mundo en una tercera naturaleza, no solo para los humanos sino para todas las formas de vida. Esto es posible, y si fuera el caso, deberíamos considerar la industria como una bendición. Pero cuando la industria está controlada por el capital y es impulsada por el beneficio, puede hacer del mundo un infierno para la humanidad, con excepción de un puñado de acaparadores. De hecho, esta parece ser nuestra situación actual. Es innegable que la humanidad está extremadamente alarmada por los eventos en curso. El monopolio de la industria ha establecido auténticos imperios que gobiernan la sociedad. Incluso si los imperios políticos y militares pudieran ser detenidos, los imperios industriales seguirían su curso, porque ahora son globales. Si un país situado en el centro comienza a volverse precario, entonces otro lugar o país ocuparía su centralidad. ¿Quién puede decir que uno de los imperios industriales de los EE.UU. no elija a China como su centro de producción mañana? ¿Por qué no, si las condiciones son más adecuadas? Podemos ver que esto se está convirtiendo en una opción de forma gradual.
El industrialismo disparó contra el corazón de la agricultura. La agricultura, una necesidad básica para la existencia humana, se enfrenta a una destrucción desenfrenada en manos de la industria. Esta actividad sagrada, que ha alimentado a la humanidad durante los últimos quince mil años, ha quedado a la deriva, y ahora se están haciendo los preparativos para acabar de entregarla a la dominación industrial. Contrariamente a la opinión popular, la participación de la industria impulsada por el beneficio y el capital en la agricultura no es una oportunidad para la producción en masa. El uso de semillas genéticamente modificadas por parte de los monopolios industriales está haciendo que la tierra parezca una madre que da a luz a un niño por inseminación artificial. Así como no es posible un embarazo y una maternidad saludables mediante todo tipo de intervenciones artificiales, tampoco es saludable inseminar la tierra con semillas modificadas genéticamente. Y sib embargo, los monopolios industriales se preparan para cometer esta locura en relación a la agricultura. La humanidad experimentará, e incluso ha empezado a experimentar ya, su peor contrarrevolución en esta área. La tierra y la agricultura no son un modo de producción o relación cualquiera; son aspectos existenciales inseparables de la sociedad que no pueden ser manipulados. La sociedad humana se construye principalmente sobre la base de la tierra y la agricultura. Separarla de este espacio y de la producción sería un gran golpe para su existencia. El crecimiento canceroso de las ciudades ya ha empezado a mostrar claramente este peligro. La liberación probablemente sería moverse en la dirección opuesta: de la ciudad a la tierra y la agricultura. Me imagino que el principal eslogan de este movimiento sería algo así como: “O la agricultura y la tierra, o la extinción”. El afán de lucro y el capital no permiten que la industria se alíe con la tierra y la agricultura y los vincule mediante una relación amistosa y simbiótica, sino que amontona enormes contradicciones creando hostilidad entre ellos.
Las contradicciones nacionales, ideológicas, étnicas y de clase en la sociedad pueden abocar a un conflicto y a la guerra, pero no son imposibles de resolver. Están construidas por la mano del ser humano y pueden ser desmanteladas por la mano del ser humano. Sin embargo, los humanos no pueden mantener bajo control el conflicto entre la industria y la tierra y la agricultura, porque la industria es la herramienta del capital. La tierra y la agricultura surgieron de forma natural. Si se degeneran no pueden ser reconstruidos por la mano del hombre. Así como la fabricación de la tierra es imposible, no es probable que los productos agrícolas u otros seres vivos, incluidas las plantas, sean creados por los humanos. No es algo que podamos esperar. No es significativo ni posible repetir lo que ya ha ocurrido. Esta es una cuestión filosófica profunda, así que no voy a profundizar en ella aquí.
Igual que los faraones intentaron sin éxito preparar el futuro con sus mausoleos piramidales, el industrialismo también se mostrará incapaz de crear un futuro en el que la vida merezca la pena vivir por medio de su robotización. Su propio enfoque es irrespetuoso con los seres humanos. Con una entidad tan magnífica como la naturaleza, ¿cuán significativos e importantes pueden ser los robots o las copias del mundo natural? Una vez más, nos enfrentamos al loco afán de lucro del capital. Asumamos que los robots ofrecen la forma más barata de producción. Si no hay humanos para usarlos, ¿de qué servirán? Este aspecto del industrialismo es la principal fuente de desempleo y el arma principal del capital contra la productividad de la sociedad. El capital utiliza la industria como un arma para manipular el mercado, tanto empleando el menor número posible de trabajadores como aplicando recortes en los precios. Estos precios producen crisis (de sobreproducción), el principal factor detrás del desempleo. Las mercancías podridas y millones de desempleados, hambrientos y pobres, son las víctimas de estas crisis.
La naturaleza social sólo puede sostenerse mediante una estrecha conexión con el medio ambiente, que es el producto de millones de años y un entorno favorable. Ninguna creación industrial puede reemplazar al medio ambiente, que es la fantástica creación del universo. El tráfico terrestre, aéreo, marítimo y espacial ya ha alcanzado niveles desastrosos. La industria consume constantemente combustibles fósiles, envenenando el medio ambiente y socavando el clima. La recompensa de estos desastres son apenas doscientos años de acumulación de beneficios. ¿Vale esta acumulación toda su destrucción, que es mucho mayor que la suma de la destrucción producida por todas las guerras de la historia?
El industrialismo, como ideología y herramienta de monopolio, es uno de los problemas fundamentales de la sociedad. Debe ser cuestionado profundamente, y el peligro que genera es razón suficiente para hacerlo. Si este monstruo continúa creciendo y se sale de control, será “demasiado tarde”. Si queremos evitar que la sociedad deje de ser ella misma y se convierta en una sociedad virtual, es el momento de quitar a este monstruo de las manos de los monopolios, primero para volverlo inofensivo y luego para convertirlo en un amigo de la sociedad.
En la lucha contra el industrialismo, es necesario distinguir entre el enfoque ideológico del monopolio sobre la tecnología industrial y la forma en que se utiliza actualmente, y una forma de tecnología industrial que esté en armonía con los intereses generales de la sociedad. Este es el aspecto más importante de cualquier trabajo científico realizado y de cualquier lucha ideológica. No se puede esperar que los grupos que afirman luchar contra el industrialismo como humanistas (filántropos) independientes de las cuestiones sociales y de clase produzcan nada relevante. Estos grupos no pueden evitar entrar en conflicto con sus propios objetivos y, en última instancia, prestar un servicio al industrialismo como monopolio. Contrariamente a la creencia popular, el industrialismo tiene un carácter ideológico, militarista y de clase, con la ciencia y la tecnología como forma material de su ideología. De hecho, representa las dimensiones más peligrosas de la ciencia y la tecnología existentes. El monstruo industrial no apareció enteramente por su propia voluntad. Recordemos que cuando la burguesía inglesa se embarcó en su histórico proyecto imperialista en la isla, en la Europa continental y en todo el mundo, fue esta clase la que se organizó más rápidamente para hacer el uso más completo posible del industrialismo. Más tarde, el industrialismo se convirtió en un arma común de la burguesía en todos los países. Esto es evidente dado que la dominación burguesa en todo el mundo se materializó en el punto en que el desarrollo industrial –parte de la tríada de las finanzas, el comercio y la industria– marcó los siglos XIX y XX.
Al declarar reaccionaria la sociedad no capitalista y establecer una alianza estratégica con la burguesía industrial, el verdadero movimiento socialista contradijo inconscientemente pero por completo sus propios objetivos, lo que condujo a un resultado más trágico que el experimentado por cualquier otro movimiento que haya caído objetivamente en la traición. Un ejemplo sería el cristianismo, que fue una religión de paz durante trescientos años, y luego entró en una alianza con el poder y el Estado contradiciendo y traicionando objetivamente, y en su mayor parte conscientemente, sus propios objetivos. El punto es que el cristianismo también entró en conflicto con su objetivo inicial por gravitar hacia el monopolio del poder y, como resultado, no pudo evitar convertirse en una religión civilizatoria. En el islam, esto sucedió mientras Mahoma aún vivía. Al final, todos sucumbieron finalmente a la industria del poder.
Mientras que hoy en día toda la humanidad clama contra la destrucción del medio ambiente, como si el día del juicio estuviera cerca, es importante comprender las dimensiones históricas, sociales y de clase de la devastación causada por el industrialismo a la luz de movimientos similares, para asumir la lucha contra el industrialismo como un movimiento de la existencia de la sociedad, y librar inevitablemente una lucha al estilo de un nuevo movimiento religioso sagrado. Así como es imposible combatir el fuego con fuego, la vida vivida en el pantano del industrialismo debe ser cuestionada y abandonada si queremos librar una lucha ecológica. Si no queremos vivir nuevas tragedias como las del cristianismo, el islam y el socialismo originario, debemos aprender las lecciones que nos ofrecen y abordar correctamente la lucha científico-ideológica y moral-política.