Recordando a Hozan Peyanis

A Hozan siempre le alegraba saber que había hecho algo nuevo. Le hacía sentir que existía. Solía decir: “Siento que respiro mientras trabajo, y si paro, no puedo respirar”.

Los que conocen a Hozan Peyanis, que perdió las dos piernas como guerrillero por la liberación, son conscientes de lo que logró en la vida.

Conocimos a Hozan en febrero de 2018, cuando estaba haciendo una hoguera. Acababa de terminar de formarse en la academia Mártir Rizgar Wan y estaba editando los diarios escritos por sus amigos veteranos en la academia y escribiendo folletos. La única característica que distinguía a Hozan de sus amigos no era el hecho de que le hubieran amputado las dos piernas, eso era sólo una diferencia física. Hozan se distinguía por su vitalidad. ¿Qué hacía que una persona que vivió atada a una silla desde 2015 hasta el año en que cayó como mártir estuviera tan llena de vida? El propio Hozan nos lo explicó: “Qué mejor que sacrificar mis piernas a la lucha por la libertad…”.

Sólo recuerdo estas palabras que pronunció cuando nos conocimos, pero me bastaron para conocer a Hozan. No fue sólo un día el que pasamos juntos, sino mucho tiempo.

Aliser fue el héroe de Hozan

Hozan dejó Wan en 2013 y llegó a Rojava en 2014. Participó en una lucha sin cuartel contra el ISIS con sus compañeros en muchos frentes. En 2015, perdió las dos piernas a consecuencia de la explosión de una mina terrestre colocada por el ISIS en la aldea de Menacir en Serêkaniye. Su compañero Alîşêr, que también resultó herido en el brazo, cargó a Hozan a la espalda para alejarlo del conflicto armado.

Hozan describió el momento en que fue herido: “No recuerdo mucho de ese momento. Ni siquiera recuerdo dónde estaba exactamente. Cuando la mina explotó, caí al suelo. También explotaron las bombas que llevaba en los bolsillos. Todo el mundo pensó que era un milagro que no perdiera la vida a pesar de aquella explosión. Lo que me mantuvo con vida fue que el heval (compañero) Alîşêr vino a salvarme”.

Trabajó día y noche

Hozan, que recibió tratamiento médico prolongado tras perder las dos piernas, fue nombrado posteriormente miembro del Comité de Veteranos y participó activamente en muchas actividades. Tenía sueños que relacionaban a Hozan con sus camaradas y mantenían viva su alegría de vivir: la esperanza de luchar y volver a las montañas...

Hozan nunca perdió la esperanza de volver algún día a las montañas. Esto explica por qué amaba tanto la naturaleza. Siempre estaba regando las flores del jardín, podándolas y sembrando las semillas que había en el suelo. No sólo se ocupaba del jardín, sino que también daba de comer a las palomas en cuanto terminaba el trabajo de jardinería. A Hozan no le gustaba estar ocioso, siempre encontraba algo de lo que ocuparse. A Hozan le hacía feliz saber que hacía algo nuevo. Se sentía como si existiera. “No es tan importante que me canse, siento que respiro cuando trabajo, siento que no puedo respirar si paro”, solía decir.

Bailar halay era libertad para él

Muchos amigos le preguntaron a Hozan si le gustaba tanto bailar halay antes de perder las piernas. Hozan era conocido por bailar halay en su silla de ruedas. Bailar halay era la libertad, en palabras de Hozan. Utilizaba las manos y los hombros cuando bailaba. Para Hozan, bailar halay era dar un paso más hacia sus camaradas. La alegría y la felicidad de sus camaradas también hacían feliz a Hozan. El halay era una forma de expresión para él.

Contribuyó a actividades periodísticas

Hozan inició un nuevo capítulo en su vida, y sabía que sería difícil: dejar a sus compañeros veteranos y dedicarse a una nueva actividad. Estaba muy entusiasmado con el trabajo de prensa que iba a realizar. Por fin había conseguido el objetivo que se había propuesto. Una vez más, demostró su persistencia. Creyendo que cada foto que tomaba pasaría a la historia, lo hacía con gusto. Daba sentido a cada paso que daba y vivía en consecuencia.

Se ganó el afecto de la gente

Se ganó el afecto de la gente con su moral, su entusiasmo y su emoción. No había casi nadie en Rojava que no oyera o conociera a Hozan. El vínculo de Hozan con las madres era muy fuerte y su diálogo con ellas era muy sincero. Cuando las madres veían a Hozan, corrían hacia él y lo besaban en la cabeza. El amor de las madres, de los padres, de los hijos y de muchos otros hizo fuerte a Hozan.

Siempre seguirá vivo

El viaje que comenzó en Bakur (Kurdistán del Norte) no terminó en Rojava (oeste del Kurdistán). La voz de Hozan resonó en las montañas, llegando a Bashur (Kurdistán del Sur), Bakur y Rojava. Pagó un precio por la libertad de un pueblo, luchó y se unió al ejército de los mártires el 8 de junio de 2020. La devoción de Hozan por las montañas libres y su esperanza de volver allí siempre han vivido con nosotros, al igual que Hozan.