Siria: rompecabezas para armar
Siria es un hervidero en el que se mezclan profundas cuestiones políticas junto con una crisis económica devastadora, donde las sanciones occidentales tienen gran parte de la responsabilidad.
Siria es un hervidero en el que se mezclan profundas cuestiones políticas junto con una crisis económica devastadora, donde las sanciones occidentales tienen gran parte de la responsabilidad.
¿Hacia dónde va Siria? En un país devastado por una guerra de agresión de más de una década, cruzado por años de opresión por parte del partido Baaz y el liderazgo de la familia Al Asad, y ahora controlado por Ahmed al Sharaa y su organización Hayat Tahrir al Sham (HTS) –heredera de Al Qaeda–, ¿se puede vislumbrar el futuro? Esta pregunta, sin dudas, es difícil contestarla. O, mejor dicho, se pueden encontrar respuestas múltiples y variadas.
Siria es un hervidero en el que se mezclan profundas cuestiones políticas junto con una crisis económica devastadora –donde las sanciones occidentales tienen gran parte de la responsabilidad–, al mismo tiempo que existe una puja entre el gobierno central de Damasco y la administración autónoma (AADNES) dirigida por los kurdos en el noreste del país. A esto hay que sumar que desde la caída de Bashar al Asad, el Estado de Israel lanzó bombardeos masivos contra bases militares y ocupó ilegalmente territorio en el sur del país. En esta región también se manifiestan las tensiones entre el gobierno central y la población drusa, una de las minorías más importantes de Siria.
El prontuario del nuevo régimen
El gobierno de “transición” de Al Sharaa se mantiene en el poder gracias a un fino equilibrio. Para el bloque occidental encabezado por Estados Unidos y Europa, pareciera que quedaron atrás –y a una distancia muy lejana– la catarata de denuncias contra HTS, una organización radical islamista que tejió su poder en la provincia de Idlib, un territorio que el régimen de Al Asad nunca pudo reconquistar. En Idlib, HTS –con un apoyo explícito de Turquía– aplicó una política similar a la del Estado Islámico (ISIS) y el Talibán en Afganistán.
La llegada de HTS a Damasco fue un vendaval que apenas levantó tierra. ¿La razón? El régimen de Al Asad y su ejército cayeron sin pena ni gloria en apenas unos días. En cuanto Rusia le soltó la mano al entonces presidente sirio, ya nada tenía que hacer. Por eso, su huida planificada hacia Moscú fue urgente.
El prontuario de los yihadistas de HTS es por demás conocido. Ideológicamente, son hijos de Al Qaeda y primos de ISIS. Sus prácticas también son las mismas. Esto no fue impedimento para que Estados Unidos y Europa los recibieran como libertadores. Poco quedó de las múltiples denuncias por violación a los derechos humanos que apuntaban a HTS.
Al Sharaa y su gabinete están obsesionados para que se anulen las sanciones financieras contra el Estado sirio. En febrero, la Unión Europea (UE) distendió las sanciones a sectores como energía, transporte y la banca para, en teoría, apoyar la “reconstrucción” del país. A finales de abril, la cancillería británica anunció que levantaba las sanciones impuestas a una docena de entidades gubernamentales y medios de comunicación sirios “para impulsar el crecimiento del país”, según informaron las agencias de noticias internacionales. Entre las sanciones descartadas se encuentran las que pesaban sobre los ministerios de Defensa e Interior, las direcciones generales y militares de inteligencia y los gabinetes de seguridad nacional y de suministro de armas.
El 27 de abril, se conoció que el régimen de Al Sharaa respondió por escrito a una lista de condiciones exigidas por Estados Unidos para decidir si aplicaba “alivios parciales de sanciones”. Según la agencia Reuters, el Ejecutivo en Damasco formó un comité “para monitorear las actividades de facciones palestinas” y planteó que no se permitirá la presencia de grupos armados fuera del control estatal. En una carta enviada a Washington, Al Sharaa aseguró que “la posición principal” de su régimen “es que no permitiremos que Siria se convierta en una fuente de amenaza para ninguna parte, incluido Israel”.
Mientras el gobierno sirio acelerada su “corrección diplomática”, todavía late la masacre cometida por los grupos yihadistas vinculados a HTS contra los sirios alauitas en la costa mediterránea del país. Más de mil personas fueron asesinadas, principalmente en la región de Latakia. Ante la condena internacional de la matanza, Al Sharaa se apresuró en declarar que se iba a investigar a fondo lo sucedido. Hasta el momento, el gobierno solo anunció una denominada Comisión Nacional Independiente de Investigación y Determinación de los Hechos, la cual todavía no realizó ningún anuncio. El 25 de abril, se conoció que al menos nueve personas de confesión alauita fueron asesinadas en la provincia de Homs, en el oeste de Siria, según informó el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH).
La lucha por el control de Siria
La insistencia del régimen de Al Sharaa por dejar en claro que no busca problemas con Israel es sospechosa. Sobre todo, si se tiene en cuenta que Tel Aviv continúa con sus incursiones militares sobre el sur de Siria y ocupó ilegalmente territorio, desplazando a la población. El régimen de Damasco sabe muy bien que su posición es frágil, con Turquía, Qatar, Arabia Saudita e Israel pujando por “apadrinar” la nueva administración y, de esta manera, convertir al país en territorio propio.
Para empujar definiciones del régimen de Damasco, las monarquías de Doha y Riad se comprometieron a realizar una contribución para liquidar quince millones de dólares en concepto de atrasos pendientes de Siria con el Banco Mundial, con el fin de “acelerar el ritmo de la recuperación económica” del país. En el caso de Ankara, desde la llegada de Al Sharaa al poder, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan busca por todos los medios que el nuevo régimen quede bajo su órbita. Además de firmar acuerdos en materia de defensa, se especula sobre la presencia militar de Turquía con tropas regulares y la posible instalación de una base militar. Desde al menos 2018, el gobierno de Erdogan financia y sostiene a grupos armados irregulares, como el Ejército Nacional Sirio (ENS), que ocupa ilegalmente varias zonas del Kurdistán sirio (Rojava). En esas regiones, el ENS y el Estado turco forzaron el desplazamiento de miles de personas y convirtieron bajo sus órdenes pueblos y ciudades en botines de guerra para los yihadistas.
Por su parte, Tel Aviv apeló a su clásica política de tierra arrasada para resolver sus “preocupaciones de seguridad” y ocupó unos trescientos kilómetros cuadrados del territorio sirio desde la caída de Al Asad. Para esto, bombardeó aldeas, desplazó a sus pobladores y asesinó a campesinos. A mediados de abril, durante una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, el jefe del Departamento de Operaciones de Paz de Naciones Unidas, Jean-Pierre Lacroix, advirtió que el ejército israelí mantiene la ocupación en doce posiciones del Golán sirio, lo que constituye “una grave violación de los acuerdos de retirada de tropas” firmados en 1974 por el Estado hebreo.
El factor kurdo
El norte y el este de Siria intenta convertirse en otro país dentro del país, sin dividirlo territorialmente. Quienes los proponen son los y las kurdas vinculadas al Movimiento de Liberación de Kurdistán, que sigue el liderazgo de Abdullah Öcalan, el fundador del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), encarcelado en Turquía desde 1999.
La AADNES y sus Fuerzas Democráticas de Siria (SDF) mantiene reuniones periódicas con Damasco. Los objetivos son varios y por momentos parecen inalcanzables. Uno de los participantes de las reuniones es Mazloum Abdi, comandante general de las SDF, junto con representantes de las Unidades de Protección del Pueblo y de las Mujeres (YPG/YPJ), las fuerzas de autodefensa que encabezaron los combates que llevaron a la derrota al ISIS.
Damasco y las SDF firmaron un acuerdo de ocho puntos que debe implementarse en el transcurso del año. Desde la AADNES intentan impulsar una reforma democrática en Siria, que implique una nueva constitución que incluya derechos y garantías para todas las minorías del país. La Administración Autónoma también reclama que se respete la autonomía gestionada desde 2012 en el noreste sirio.
Las reuniones entre Damasco y las SDF no está libres de tensiones. El régimen de Al Sharra rechaza el proyecto de la AADNES, pero sabe el poder de fuego y movilización que los kurdos encabezan en la región que controlan. Desde la AADNES conocen de cerca los crímenes cometidos por HTS y saben que su ideología implica, entre muchas otras cosas, que las mujeres queden desprotegidas de casi todos sus derechos. En medio, Turquía presiona a Damasco para que rompa los puentes con la AADNES, ya que el objetivo turco es desbaratar el proyecto del noreste del país.
Un último hecho que se produjo en los últimos días fue una conferencia kurda por la unidad, que se desarrolló en la ciudad de Qamishlo y a la que asistieron cuatrocientos representantes de diferentes organizaciones de mujeres, políticas y sociales de Rojava. En la declaración final, se reforzó la propuesta de crear un país multicultural, multirreligioso y multiétnico. Desde el régimen de Damasco se apresuraron a rechazar las iniciativas discutidas en la conferencia. Aunque desde la AADNES nunca se habló de partir Siria en varios Estados, la presidencia de Al Sharaa fustigó “cualquier intento de imponer una realidad separatista o de crear entidades separadas bajo el pretexto del federalismo”, sin que exista “un consenso nacional integral”. En la conferencia se acordó formar una delegación para negociar un sistema federal con Damasco.
El propio Mazloum Abdi afirmó al inicio de la conferencia que el encuentro intrakurdo “no pretende, como algunos afirman, dividir el país, sino promover la unidad de Siria”, y agregó que busca “que todos los componentes sirios obtengan sus derechos en la Constitución para que podamos construir una Siria democrática, descentralizada e inclusiva”.
Fuente: Por Leandro Albani para sangrre.com.ar