Un combatiente kurdo que nunca fue capturado: Zaza Yado

Zaza Yado fue un combatiente kurdo que desafió tanto a los otomanos como a la República Turca.

ZAZA YADO

Zaza Yado (Yadin Pasha) vivió como fugitivo durante los últimos años del Imperio Otomano y los primeros de la República de Turquía. Fue un combatiente kurdo que ningún régimen pudo capturar. Para él, solo cambiaron los nombres de los Estados; la opresión permaneció igual, al igual que su resistencia. Nunca consideró rendirse. No aceptó el indulto y nunca bajó de las montañas. Paso a paso, caminó, luchó, vivió y murió por la libertad de un pueblo.

El nombre de Zaza Yado, también conocido como Yadoyê Dimilî, se convirtió en leyenda en la lengua popular y ha perdurado en la memoria colectiva como un héroe que luchó por la libertad. Más que un líder, ha sido recordado como la personificación de la rebelión, la resistencia y la lucha. Con cada acto, simbolizó el anhelo de liberación de un pueblo y nunca se rindió a lo largo de su vida. Su nombre se convirtió en sinónimo de coraje, resiliencia y lealtad inquebrantable a su pueblo. Incluso en las condiciones más duras, fue un faro de esperanza para la resistencia. Siempre fue recordado como un poderoso luchador y un espíritu de desafío implacable.

Zaza Yado nació en la aldea de Zikte, en el distrito de Darahênê, en Çapakçur, durante la época otomana. Su familia se asentó en Çapakçur (Çewlîg–Bingöl) antes de la Primera Guerra Mundial. Criado en las montañas rebeldes de Bingöl, Yado aprendió el significado de la libertad y la resistencia en las propias montañas. Para él, las montañas no solo eran un campo de batalla, sino también un símbolo de liberación. Fue en estas montañas donde dio sus primeros pasos hacia la resistencia, al comprender que la rendición no tenía cabida allí.

En su juventud, Yado trabajó brevemente como funcionario fiscal para el Estado otomano, pero pronto sintió que su vida estaba destinada a tomar un rumbo diferente. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, su espíritu de luchador y de resistencia despertó. La guerra le hizo comprender que la lucha por la libertad tenía una dimensión más profunda que estaba destinado a abrazar. Introducido en la guerra, Yado se endureció como el acero en el fuego, y en poco tiempo se convirtió en alguien completamente dedicado a luchar por su pueblo en todos los sentidos. En la agitación de la época, su nombre se hizo conocido por su valentía y su combate. Yado comprendió que no quedaba otro camino para luchar por su pueblo, y en su vida no habría lugar para la debilidad ni la retirada.

El levantamiento de 1925: Resistencia en las montañas

El gran levantamiento kurdo liderado por el jeque Said marcó un nuevo capítulo en la vida de Zaza Yado. Desde entonces, no solo fue un luchador, sino un símbolo de resistencia dispuesto a dar la vida por su pueblo. Al estallar las primeras chispas de la rebelión, se mantuvo en primera línea. Sus feroces batallas en el frente de Elazig (Xarpêt) cuentan la historia de un hombre que cargó con el honor y las esperanzas de todo un pueblo. Cuando el levantamiento fue brutalmente aplastado, Yado no se rindió; no depuso las armas. Aunque se retiró, se refugió en las montañas, y desde entonces, dejó de ser un simple fugitivo para convertirse en una leyenda que había elegido vivir para su pueblo. Las montañas se convirtieron en su fortaleza y su hogar. Cada paso, cada cima, se convirtió en un campo de batalla. Yado perduró en las palabras de su pueblo: como una leyenda y como el rostro de la libertad.

Vida en las montañas: guerrero y resistente

El nombre de Zaza Yado se volvió inseparable de las montañas. Con cada paso que daba, intentaba hacer oír la voz de la libertad. Más allá del acto de luchar, desarrolló una voluntad lo suficientemente fuerte como para superar los miedos y dolores más profundos de la humanidad. Vivió su vida al borde de la muerte, y a cada instante, se engrandeció en nombre de la libertad de su pueblo. Su nombre se convirtió en leyenda, pasando de lengua en lengua. El coraje que demostró señaló el camino hacia la libertad para las generaciones futuras. En las montañas, el nombre de Yado resonó incluso en las noches más oscuras, porque no solo era un luchador, sino el corazón mismo de la resistencia.

Los inquebrantables: un viaje más allá de la frontera

Durante años, Zaza Yado vivió como fugitivo por las escarpadas montañas de Bingöl, desde los Bosques del Infierno Negro hasta Metan, desde Palo hasta Licê (Diyarbakır), y a través de las cordilleras de Darahênê y Erzurum. Tras el aplastamiento del levantamiento, la quema de zonas rurales, el empuje del ejército turco para afirmar el control del Kurdistán y el aumento de los exilios forzados redujeron el margen de resistencia. Para Yado, no solo las montañas, sino incluso el cielo se habían visto amenazados.

En 1927, Zaza Yado y otros resistentes kurdos, junto con sus familias, emprendieron un largo y mortal viaje hacia Binxetê, más allá de la frontera. No fue solo un viaje de miles de kilómetros, sino una lucha a muerte en la que se enfrentaron a bombas de aviones de guerra y balas de ametralladoras: la lucha de un pueblo inquebrantable que se negaba a rendirse. Hombres y mujeres, niños y ancianos por igual, avanzaron paso a paso, pagando un alto precio en cada paso. En cierto momento, Yado y sus camaradas derribaron un avión de guerra sobre Karacadağ, dejando una huella imborrable tanto en el cielo como en la historia. Su resistencia no solo se convirtió en un símbolo de la lucha kurda por la libertad, sino que forjó una veta duradera de desafío.

Cuando finalmente llegaron a Siria tras largas batallas y un duro viaje, las autoridades francesas les exigieron que entregaran las armas. Yado se negó, afirmando con firmeza: “Defendemos la causa de una nación. Si entregáramos las armas, significaría rendirnos al Estado turco, y nunca habríamos llegado tan lejos para eso”.

Compromiso político y Xoybûn

Yado estableció estrechos vínculos con prominentes figuras políticas kurdas y combatientes de la resistencia que habían cruzado a Siria tras el levantamiento del jeque Said. Participó en debates centrados en nuevas estrategias y desempeñó un papel activo en las decisiones sobre un posible regreso a la patria. También participó en la reunión fundacional de Xoybûn y contribuyó significativamente a decisiones clave que allí se tomaron. Su papel no se limitó a la lucha armada, sino que también se integró firmemente en el ámbito de la resistencia política.

Regreso al Norte y renovada resistencia

Después de un tiempo, Yado y muchos otros resistentes decidieron regresar de nuevo al Kurdistán Norte. De regreso de Binxetê, se dirigió a las montañas de Bingöl (Çewlîg) y Diyarbakır (Amed), esta vez acompañado por su hijo Çerkez. Fue un período de renovada organización y de dificultades. Yado rechazó constantemente las ofertas de amnistía y nunca abandonó la resistencia.

La resistencia final de Zaza Yado y su esposa Têlî Xanim

En la segunda etapa de su vida como fugitivo, Yado se casó con Têlî Xanim. Ella no solo fue su compañera de camino, sino también su compañera de armas y de vida. Su hijo, Çerkez, fue brutalmente asesinado por soldados y milicianos. Junto con Têlî Xanim, Yado participó en decenas de enfrentamientos. Perdió a muchos camaradas, pero nunca se rindió. Rechazó todas las ofertas del Estado, incluidas las promesas de dinero y amnistía.

La muerte de Têlî Xanim y la lucha final de Zaza Yado

En 1936, durante un enfrentamiento con colaboradores en la aldea de Ulyan, en la región de Darahênê, Têlî Xanim resultó gravemente herida. En un momento en que el número de milicias colaboracionistas aumentaba, Têlî Xanim, herida, no queriendo caer en manos de soldados y colaboradores, le pidió a Yado que le quitara la vida. Pero Yado, incapaz de hacerlo por amor a ella, se negó a cumplir su petición. Têlî Xanim exhaló su último aliento en la zona de Selince. Los aldeanos la enterraron donde cayó. Ese lugar sería conocido más tarde como la "tumba de Têlî" (Tirbê Têlî).

La batalla final y la muerte de Yado

Tras la muerte de Têlî Xanim, Yado continuó su resistencia en las montañas y participó en nuevos enfrentamientos. En uno de estos enfrentamientos, resultó gravemente herido en ambas piernas, pero se defendió con su última bala. Cuando se apoderaron de su cuerpo sin vida, milicias y soldados colaboradores lo decapitaron y exhibieron su cabeza en Darahênê y Çapakçur (Bingöl). Sin embargo, la gente se negó a creerlo. Diciendo: “Ese no es Yado”, rechazaron la idea de su muerte, reacios a darle al enemigo la satisfacción de la victoria. Ni siquiera la exhibición pública de su cabeza cercenada logró convencerlos. Aunque los aldeanos enterraron su cuerpo, la ubicación de su tumba permaneció en secreto durante muchos años. De esta manera, Yado se convirtió en una leyenda inmortal de la resistencia, grabado en la memoria como uno de los símbolos perdurables de la lucha por la libertad kurda.