La huella de Alina en Latinoamérica

Alina Sánchez, Lêgerîn Çiya, luchadora, compañera, inquieta por conocer, compartir, tejer redes desde los lugares más humanos, ha caminado y tocado muchas vidas en América Latina. Relatos y recuerdos de algunos de quienes la conocieron

Quienes la conocieron la recuerdan con cariño, por su pasión por pensar y construir un mundo mejor y contagiar de esa energía a todos y a todas las que fue cruzando en una búsqueda que todavía no terminó.

Alina, nacida en Argentina en 1986, se recibió de médica en Cuba y en 2011 comenzó un acercamiento a la lucha del pueblo kurdo que definió su carácter y su futuro. En los últimos años, su vida trascurría en Rojava, con la tarea de reorganizar el sistema de salud de ese territorio al norte de Siria, que declaró su autonomía en 2012.

El 17 de marzo pasado, cuando viajaba en automóvil hacia la ciudad de Haseke para reunirse con organizaciones no gubernamentales, sufrió un accidente que le quitó la vida.

Desde la memoria más profunda, en América Latina recuerdan a Alina con relatos, encuentros, deseos y sueños que, como ella buscaba, tienen como objetivo un mundo más justo.

Encuentro en La Habana

Un día cualquiera en la ciudad de La Habana, Cuba. Emilia Rojo está sentada sola, luego de participar en las actividades de organización para el Día Internacional de la Mujer. Hasta que alguien le hable. Es Alina, con quien, desde ese momento, se convirtieron en amigas inseparables pese a las distancias. “Conversamos un rato y me contó que había vuelto a Cuba después de estar de viaje. Esa fue por primera vez cuando escuché sobre la existencia de Kurdistán”, recuerda.

Emilia, que también es médica, tiene presente a su amiga, sobre todo luego de escucharla hablar sobre la lucha del pueblo kurdo. “El encuentro con la propuesta política kurda y su camino de deconstrucción del patriarcado sin dudas nos marcó bastante”, dice.

Alina y Emilia vivieron juntas en Cuba mientras estudiaban. También se regalaron el tiempo para recorrer la isla del Caribe, que en 1959 vivió una revolución que impactó en todo el mundo. “Era una mujer sencilla, cariñosa, súper expresiva. Llevaba cualquier experiencia cotidiana a una charla más reflexiva. Se cuestionaba continuamente sus prácticas, se exigía bastante y eso nos interpelaba a quienes vivíamos con ella, sobre todo a las compañeras más cercanas”, destaca su amiga.

“De sus cualidades resalto su capacidad de diálogo, de insistir y practicar el pararnos desde los puntos comunes con el otro o la otra, y no desde las diferencias, ni desde una perspectiva reducida de la realidad”, agrega Emilia.

Habitar la vida

Serhed Chaco conoció de cerca a Alina. Compartieron charlas en Argentina sobre el tema de Kurdistán y momentos en común, en los que forjaron una fuerte amistad.

“Creo que lo principal de ella es la humanidad con la que atendía cada cosa”, sintetiza Serhed. A esto agrega: “Lêgerîn no estaba con el tema de las mujeres kurdas porque sí, era por una increíble sensibilidad, una ternura con la que vivía y expresaba en la vida cada segundo”.

Para Serhed, su amiga y compañera “era una persona muy sensible con cualquier persona que tuviera adelante. Estaba lista para hablar con libertad constantemente, sin juzgar y todo el tiempo dispuesta a reflexionar sobre lo que se estaba viviendo. Eso nos habla de una persona libre de opresión y libre de alma. Ella tenía un alma, un espíritu, un cuerpo realmente libre, no solo su mente”.

Chaco recuerda una carta que recibió de Alina, donde habla de la vida, el futuro, los desafíos. En esa carta, Alina cuenta sobre su aprendizaje para “dispersar mis diminutos y omnipresentes privilegios”. En esas líneas, Alina también dice que su desafío es “sentir cada cosita como lo único habitado de vida, en mi vida”.

Una salud social y humanitaria

Daniel Maraz es un médico solidario con la causa kurda. Hace pocas semanas atrás estuvo en Europa participando en la gran movilización que se realizó por la libertad de Abdullah Öcalan, el líder kurdo encarcelado desde 1999 en Turquía.

Daniel conoció a Alina por intermedio de un compañero de Kurdistán. Desde ese momento, comenzaron a hablar sobre varios temas que tenían a Kurdistán como punto central. A su vez, el tema de la salud siempre estaba presente en sus charlas.

“Tuvimos charlas muy largas sobre el tema de la salud –recuerda Daniel-. Estábamos trabajando y coordinando un proyecto para desarrollar en Rojava. Nuestras charlas más largas siempre rondaban en cómo desalienar al médico de su posición de comodidad y hacer que tenga una mirada más social y más humanitaria”.

Al referirse al proyecto, Daniel explica que la idea central era organizar la solidaridad internacionalista a través de la salud, desde los médicos, lo asistencial, sanitaria, involucrando a diferentes profesionales que quieran brindar su solidaridad, abrir el corazón a la ayuda humanitaria y brindar su trabajo a un pueblo que lo necesita”.

Luego de mucho tiempo compartido con Alina, Daniel la recuerda siempre activa y difundiendo la lucha del pueblo kurdo. Estaba muy comprometida, a tal punto que dio su vida por difundir eso hasta el último momento”, dice.

Entre los momentos más presentes, Daniel apunta las charlas “para encontrar una forma de llegar al mundo profesional médico y sanitario, y que los médicos dejen la comodidad de su trabajo y de su ámbito para poder abrirse a las necesidades de los pueblos. Esas eran las charlas que más tiempo nos llevaban y que más nos unían en pensar de qué manera buscar esa sensibilidad en la salud”.

Recuerdos de Colombia

Vilma Rocío Almendra Quiguanás es una indígena Nasa-Misak, de la región del Cauca, en Colombia. Vilma conoció a Alina en junio de 2017, durante un encuentro realizado en la ciudad de Pasto. “Allí fue la primera vez que nos sentimos, abrazamos, quisimos como compañeras, hermanas, amigas, cómplices que nos fuimos tejiendo en cada palabra, carcajada, baile”, recuerda. Pese a que conoció a Alina hace apenas unos meses, Vilma explica que en la “memoria en lucha permanente” se conocieron “desde siempre”.

De ese encuentro en Colombia, Vilma rescata las conversaciones compartidas “en cualquier lugar”, ya sea un autobús, un taxi, en un bar o en las calles. “Siempre estábamos pensando en los pueblos y Alina nos insistía en las maneras de tejernos desde lo matriarcal a como diera lugar frente a los proyectos de muerte, desde la autonomía como verbo cotidiano para alimentar la vida toda”, relata Vilma.

“En todos nosotros y nosotras, marcaste un ritmo con tu palabra, mirada y sonrisa, pues mientras hablabas de la historia de lucha en Kurdistán, de la Revolución de las Mujeres, de la forma como le siguen poniendo el pecho a la guerra para liberarse liberando a la sociedad, de la Jineologî, sentíamos que nos cantabas al oído agitándonos el pensamiento”, cuenta.

Vilma se pregunta qué le diría hoy a Alina. Su respuesta es profunda: “Vamos a hacer hasta lo imposible para que tu palabra y camino como expresión libertaria-viva contra el patriarcado sean presencia permanente, para preñarnos de libertad hasta convencernos completamente de que no se puede destruir el capitalismo sin destruir el Estado y que no se puede destruir el Estado sin destruir el patriarcado”.

Un río entre rocas

Desde Guatemala, Sergio Palencia, sociólogo, investigador de la guerra en Guatemala y las luchas de resistencia de los pueblos, también se refiere a Alina. El 11 de marzo pasado le escribió un mensaje preguntándole cómo estaba, debido a que la invasión turca a Afrin ya estaba en marcha.

Sergio vuelve al momento en que conoció a Alina y cuenta: “Al principio, cuando recién te conocí, no entendía por qué utilizabas el nosotros para referirte a la organización de mujeres en la Revolución de Rojava con tu acento argentino”. “Poco a poco me lo mostraste y fui saliendo del mundo de las apariencias”, señala Sergio.

Por esos días, donde compartieron charlas y experiencias, Sergio tiene presente el momento en que “participaríamos todos en la minga, desde la experiencia de nuestros pueblos: ustedes de la guerra y resistencia en Kurdistán, nosotros de la guerra y resistencia en Guatemala”.

Según Sergio, Alina se expresaba “como un río entre rocas, un pensamiento de fluir concreto”. En una de las charlas compartidas, recuerda las palabras de la médica argentina: “De violencia sabemos bastante las mujeres. Muchos movimientos feministas han dado esfuerzos para clasificar y reclasificar… En nuestro movimiento de mujeres kurdas se hace de una forma diferente. Que no quede la violencia en victimización. Cuando nos analizamos una por una cuestionamos en experiencia, ser, emociones, analizamos la violencia en la mujer luchadora”.

Como últimas palabras, Sergio se refiere al oficio de Alina como médica: “El horizonte de la curación a la que te dedicabas es tanto realidad como metáfora, y viceversa. Nos cura tu amor a la vida, eso no nos lo pueden quitar los Erdoganes de la historia”.

Conocernos desde siempre

Emmanuel Rozental, de Pueblos en Camino, desde Colombia, dice que al conocer a Alina supo que “nos conocíamos desde siempre”. Alina, según Emmanuel, “no era ni es para ninguna ni ninguno de nosotros pasado, algo terminado, algo hecho”. En torno a ella, explica, “todas y todos nos encontramos en la búsqueda, en el futuro, en los desafíos y en los cuestionamientos”.

Emmanuel recuerda que junto a un grupo de compañeros y compañeras, en el que se encontraba Alina, planeaban realizar un encuentro de mujeres que, luego de algunos días, se abriría para la participación de los hombres. “Nosotros no solo estuvimos de acuerdo sino entusiasmados y entusiasmadas, y ya estamos trabajando en eso”, explica.

Por último, cuenta que en los momentos compartidos con Alina hablaban de “las dudas, las angustias, los cansancios, para desahogarnos y darnos fuerza, para darnos energía”.

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“Buscadora de la verdad”, así recordaron a Alina las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ), en un comunicado con el cual anunciaron su fallecimiento. “La compañera Lêgerîn tenía pensamientos y sentimientos revolucionarios que combinaban la libertad y esperanza en el mundo”, afirmaron sus compañeras de lucha.

Alina llenó a Latinoamérica de búsquedas de verdad, de pensamientos revolucionarios, de esperanza en el mundo, para caminar juntos en la construcción de un mundo antipatriarcal, igualitario, solidario y libre.

 “El tiempo está lleno de espíritus. ¡Eso no es posible, la ciencia dice que no! Las montañas que se abrazan con las nubes me dijeron que sí, que el tiempo está habitado por espíritus. Ellos caminan dejando huellas sobre la vida que fue y la que viene. Acarician el viento con sus manos; dialogan con el pasadopresente y el futuropasado, se cuentan historias; con sus dedos escriben secretos compartidos y no compartidos, dicen, que eso es la memoria”. (Palabras de Juan Quilano desde Panamá para Alina, Ale, Lêgerîn)

FUENTE: Lucrecia Fernández y Leandro Albani / ANF / Kurdistán América Latina