Mujeres kurdas en la diáspora del Reino Unido: adversidades y desafíos
¿Qué significa estar en una “diáspora”? El término se refiere a un pueblo que está disperso, pero a menudo simplemente reconglomerado.
¿Qué significa estar en una “diáspora”? El término se refiere a un pueblo que está disperso, pero a menudo simplemente reconglomerado.
¿Qué significa estar en una “diáspora”? El término se refiere a un pueblo que está disperso, pero a menudo simplemente reconglomerado, formando una “placenta” insular que incuba sus nuevas vidas en el extranjero, conservando, al mismo tiempo, aspectos de la patria que abandonaron. Los hogares de la diáspora pueden así convertirse en un campo de batalla, particularmente para las mujeres, donde las paredes de las casas pueden ser similares a una frontera nacional reconstituida; no en un nuevo país, sino en una versión pequeña del antiguo. Como académica de la diáspora con un profundo interés en la igualdad de las mujeres, me han intrigado particularmente las intersecciones entre la igualdad y los efectos de la identidad cultural en nuestras experiencias de la diáspora.
Como becaria postdoctoral Marie Curie en el campo de Estudios de Género y Análisis Cultural en la Universidad de Middlesex, en el Reino Unido, examino la violencia de género y los aspectos relacionados con el empoderamiento de las mujeres. Mi proyecto de investigación más amplio se centra principalmente en las mujeres de la región del Kurdistán de Irak (KRI) y, más ampliamente en Medio Oriente, donde estoy investigando la “trifecta patriarcal” (como la he denominado) en la región: matrimonios forzados, mutilación genital femenina y asesinatos por honor. Sin embargo, en este artículo me centraré en explorar cómo las mujeres de la diáspora europea, y particularmente en el Reino Unido, enfrentan estos mismos desafíos en lo que respecta a su igualdad de género.
¿Cómo han llegado estas mujeres kurdas a la diáspora? ¿Qué impedimentos culturales las han seguido hasta Occidente? Al responder a estas preguntas, espero aclarar por qué para muchas mujeres kurdas en la diáspora cambiar de geografía no garantiza un nuevo comienzo. De hecho, muchos de los impedimentos estructurales y sociales simplemente los siguen como una sombra, acompañándolas en sus intentos de establecer nuevas vidas en el extranjero. En estos casos, vemos que la “diáspora” tiene menos que ver con la tierra en la que una se encuentra y más con las ideas que las rodean y de dónde se originaron.
Éxodo y orígenes
Cualquier discusión sobre la diáspora kurda, especialmente en Europa, requiere primero un examen de cómo surgió esa diáspora en primer lugar. Los orígenes de esta diáspora incluyen, para empezar, la opresión de la identidad kurda dentro de Turquía, Irán, Irak y Siria (todos países que ocupan territorio kurdo y garantizan la apatridia kurda), que ha llevado a los y las kurdas a irse o convertirse en refugiadas. Algunas oleadas recientes de la diáspora kurda incluyen a kurdas de Irak que huyeron del genocidio de Al Anfal, cometido por Saddam Hussein a finales de los años 1980, así como a kurdas de Turquía que huyeron de la campaña militar turca a lo largo de los años 1990, donde alrededor de 4.000 aldeas kurdas fueron arrasadas. Si bien muchos de esas kurdas finalmente se trasladaron al oeste de Turquía (en particular a Estambul), un número considerable de ellas también se dirigió a Alemania, hogar de la diáspora kurda más grande del mundo. Sin embargo, la decisión de muchas kurdas de trasladarse a Alemania en la década de 1990 fue en realidad el resultado de políticas sociales alemanas preexistentes, donde Berlín buscaba cínicamente incentivar la llegada de una mano de obra más barata desde Turquía.
La diáspora kurda europea ha implicado varias migraciones importantes: primero, desde el noroeste de Irán, el Kurdistán Oriental, tras la Revolución Islámica de Irán en 1979; en segundo lugar, como una ola de kurdas que huyeron de las guerras de Estados Unidos contra Irak de 1991 y 2003; y más recientemente, las kurdas que escapan de la ola de terror de ISIS que azotó a los y las yazidíes en los alrededores de Sinjar (Shengal) en 2014.
La última ola de refugiadas kurdas que se unen a la diáspora europea ha presentado a las jóvenes del KRI que llegan a Europa en busca de una vida mejor, ya que creen que la economía en casa está estancada y carece de oportunidades para que tengan éxito a menos que tengan el personal adecuado y conexiones para conseguir favores del gobierno. También ha surgido otro grupo de refugiados kurdos que huyen de Rojava (norte de Siria) y de la guerra civil siria, así como del ascenso de ISIS y de numerosas invasiones turcas y ataques con drones durante los últimos nueve años. Como resultado, ahora hay más de dos millones de kurdos y kurdas en la diáspora europea, la mayoría de los cuales residen en Alemania, pero también con poblaciones significativas en Suecia, Francia, los Países Bajos, Suiza, Bélgica y el Reino Unido.
Diáspora kurda del Reino Unido
En el Reino Unido, y en Londres en particular, la diáspora kurda ha desarrollado un elemento de clase profesional, que a su vez ha dado lugar a una serie de variables complicadas. A esta mezcla se suma el antiguo deseo de preservar la propia identidad y la patria en medio de un entorno extranjero. Sin embargo, cuando esto se vuelve aún más complicado es cuando los y las inmigrantes kurdas deciden qué elementos de su tradición cultural vale la pena preservar y qué elementos son reliquias patriarcales obsoletas y opresivas de una época anterior a que las mujeres tuvieran autonomía.
Esta lucha se desarrolla a diario en la diáspora kurda en el Reino Unido, a medida que las familias kurdas obtienen flexibilidad económica y luego luchan con preguntas como ¿qué significa ser kurdo? o ¿cómo van a manejar los padres que sus hijos e hijas crezcan en un entorno tan relativamente abierto en comparación con el culturalmente conservador al que están acostumbrados en Kurdistán? Hay cuestiones básicas relativas a cómo los jóvenes (en particular, las mujeres) se visten en público, pero también se extienden a la forma en que mantienen relaciones románticas. Y mientras que los hombres kurdos suelen tener mucha mayor libertad para descubrirse a sí mismos y encontrar su camino, las jóvenes kurdas pueden ser el objetivo de una serie de medidas policiales comunitarias, lo que ejerce presión adicional sobre las familias para preservar su buen nombre o “reputación”.
Esta preocupación por la posición de una familia dentro de la comunidad kurda en general conduce a menudo a matrimonios concertados o forzados, ya que los padres buscan parejas socialmente aceptables para sus hijos. En mi investigación, descubrí que muchas veces son las madres y las tías quienes imponen las normas patriarcales a sus hijas, lo que demuestra hasta qué punto se ven impulsadas a ser cómplices de una construcción social que también limita su propia libertad.
De vez en cuando, también tenemos el elemento trágico relacionado con los matrimonios forzados o concertados, los llamados asesinatos por honor, que en realidad no tienen nada que ver con el honor real, sino más bien con la vigilancia misógina de los cuerpos de las mujeres, sus elecciones de vida y sus relaciones sexuales. Pero debido a que algunos hombres kurdos perciben a una hija o hermana sexualmente activa, o a una que desobedece los dictados de su padre o hermano, como desobediente hasta el punto de merecer la muerte, los asesinatos por honor son un problema que, aunque poco común, lamentablemente todavía existe en la diáspora kurda del Reino Unido.
El caso más famoso de asesinato por honor fue, en 2006, el de Banaz Mahmod, una mujer kurda del KRI, que sufrió bajo la “trifecta patriarcal” de mutilación genital femenina, matrimonios arreglados y asesinato por honor que explora mi investigación. Banaz había sido sometida ella misma a la mutilación genital femenina y luego se casó con un hombre mayor cuando tenía dieciséis años; luego huyó de su abuso y los miembros masculinos de su familia la amenazaron con que la matarían si no regresaba con él. Cuando descubrieron que había entablado una nueva relación sin su permiso, su padre, su tío y tres primos la asesinaron y la enterraron en un jardín.
El período previo al asesinato de Banaz es instructivo sobre las formas en que el sistema del Reino Unido le falló a ella y a otros inmigrantes de la diáspora como ella. Banaz había solicitado repetidamente protección a la policía, diciéndoles que su padre estaba decidido a matarla. Sin embargo, en ese momento, la policía del Reino Unido se mostraba reacia a interferir en los “asuntos familiares” de los forasteros o involucrarse en lo que podría percibirse como una cuestión de diferencia cultural. Pero este impulso de no “interferir” es destructivo y perjudicial para todas las mujeres que enfrentan tales amenazas, ya que en realidad el Estado del Reino Unido es su único aliado confiable cuando enfrentan amenazas comunitarias y literalmente temen que su familia pueda asesinarlas.
De esta manera, vemos las formas en que los asesinatos por honor se perpetúan y continúan en función de las condiciones legales, sociales y culturales en las que prosperan. A veces, los impulsos cautelares de la policía o del sistema legal pueden incluso provenir de buenas intenciones, donde las instituciones del Reino Unido quieren ser respetuosas de las diferencias religiosas y tal vez no ser vistas como una interferencia o discriminación contra las tradiciones islámicas en particular. Sin embargo, esto también puede conducir a una dinámica peligrosa en la que su “respeto” por otra cultura coloca a las mujeres reales de esa cultura en riesgos peligrosos.
Lo que abre un debate importante para toda la diáspora kurda, pero en particular en el Reino Unido: ¿dónde terminan las tradiciones culturales y dónde comienza la subyugación de género? En los casos de asesinatos por honor y mutilación genital femenina parece bastante obvio, pero tal vez sea menos obvio en casos más cotidianos, como el control que los padres ejercen sobre sus hijas o esposas. O, tal vez, en la forma en que a veces las mujeres kurdas son constantemente vigiladas por parientes varones u otros miembros de su comunidad. Hay muchas formas restrictivas en las que las mujeres son excesivamente monitoreadas no sólo por su familia, sino también por cualquier persona de la comunidad que conozca a su padre o a sus hermanos y pueda informarles sobre sus comportamientos, que supuestamente avergüenzan a todo su linaje. En este caso, la vergüenza percibida puede tener consecuencias graves y mortales.
La desigualdad disfrazada de cultura
Mi investigación hasta ahora ha demostrado que se está librando una batalla cultural entre los y las kurdas de la diáspora en el Reino Unido, y muchos de ellas quieren abrazar elementos de su nuevo hogar británico, pero aún se aferran ferozmente a algunas tradiciones culturales que están convencidos de que son parte integral de su condición de kurdo. Cuando se considera que los Estados ocupantes han prohibido a los kurdos muchos elementos de su cultura, es natural ver por qué una persona kurda puede querer desafiantemente aferrarse a algo que ahora se siente libre de expresar en la diáspora, lejos de tales Estados ocupantes.
Sin embargo, no es sólo una coincidencia que muchas veces las “tradiciones” que muchos kurdos tradicionalistas se sienten tan obligados a preservar, también sean las que restringen las libertades de las mujeres kurdas. Es conveniente que algunas de las tradiciones que imponen cargas injustas a los hombres en relación con los deberes familiares puedan descartarse, mientras que la vigilancia del comportamiento y los cuerpos de las mujeres de repente se vuelve sagrada.
De esta manera, se ve que esta trifecta de mutilación genital femenina, matrimonios forzados y asesinatos por honor funcionan simbióticamente al unísono. Primero, alteran físicamente a las mujeres bajo la percepción equivocada de que serían demasiado lujuriosas sin tales alteraciones. En segundo lugar, imponen un control estricto sobre las mujeres, entregándolas a una fuerza policial adecuada y a un hombre adecuado que ejercerá el control que antes ejercían. Y tercero, si las mujeres se liberan de estas limitaciones, existe la opción de un asesinato por honor, para erradicar a las mujeres desobedientes y actuar como un mensaje para cualquiera de los demás que puedan tener la idea de liberarse de manera similar. De manera similar a la forma en que solían ejecutar esclavos después de una revuelta, los asesinatos por honor también cumplen una poderosa función comunitaria que mi investigación ha demostrado, donde se utilizan para intimidar y actuar como advertencia para todas las demás mujeres sobre los riesgos del desafío.
Como mujer kurda del KRI que creció en la diáspora europea, esto es obviamente un asunto tanto profesional como personal para mí, ya que creo que todas las mujeres que enfrentan estos ataques a su igualdad merecen oportunidades similares a las que yo he tenido. Ahora bien, mi propio viaje no fue nada fácil, ya que Occidente tiene su propio conjunto de impedimentos y obstáculos estructurales, pero todavía reconozco la diferencia entre tener un camino difícil que puede arruinarte y no poder transitar por él en absoluto. De esta manera, estoy constantemente luchando con la idea de qué parte de mi investigación se supone que debe informar, pero también ayudar a transformar las realidades injustas que estoy observando.
Pero lo que me queda claro hasta ahora es que, aunque las mujeres kurdas han logrado grandes avances en sus respectivas libertades en casa y en la diáspora, desafortunadamente algunos de esos residuos del pasado patriarcal todavía están presentes. Si bien los kurdos son particularmente rebeldes cuando se trata de defender su identidad cultural contra una fuerza externa, como se vio en las YPJ (Unidades de Protección de Mujeres) que ayudaron a derrotar a ISIS y las recientes protestas “Jin, Jiyan, Azadi” (Mujeres, Vida, Libertad) en todo Irán, muchas veces no logran ver al tirano que está sentado en su propia sala de estar, en el papel de su padre, tío o hermano. O debemos admitir tristemente, incluso en el papel de suegras o tías, que pueden actuar como cómplices colaboradoras de un orden patriarcal que limita sus propios horizontes. Sin embargo, para una verdadera liberación de la mujer se necesita libertad en la patria pero también dentro del hogar.
FUENTE: Shilan Fuad Hussain / LSE / Traducción y edición: Kurdistán América Latina