Los hechos de los últimos días en Irán hablan por sí solos: el femicidio de Jina Mahsa Amini, la joven kurda de 22 años que fue asesinada bajo custodia policial por mostrar parte de su cabello, desató la furia de las mujeres de su país y del resto del mundo.
El 14 de septiembre Mahsa, que se encontraba de visita en Teherán con su familia, fue detenida por agentes de la Policía de la Moral (un escuadrón especial que se encarga de la implementación pública de las regulaciones del hiyab, el velo que cubre la cabeza y el cabello de las mujeres musulmanas), cerca de la estación de subterráneo Shahid Haqqani por no usar “correctamente” el velo. Cuando salió, lo hizo en coma y luego de estar dos días internada en el Hospital Kasra, murió.
Según un informe médico que pudo ser rescatado del centro de salud, la joven sufrió un trauma craneal grave. Durante su funeral, llevado adelante en su ciudad natal del Kurdistán iraní, en el noroeste del país, las mujeres presentes se sacaron los velos en señal de protesta. Pero la denuncia y el hartazgo se hicieron sentir también en otras ciudades como Mashhad, Rasht, Sanandaj y Divendarreh y, en Teherán, estudiantes de las universidades se manifestaron en las calles. La placa que sus seres queridos dejaron en su tumba, dio la vuelta al mundo: “Amada Zhina (Mahsa), no morirás. Tu nombre se convertirá en un símbolo”. Zhina es su nombre kurdo.
En declaraciones a los medios, el abogado de la familia Amini, Mohammad Saleh Nikbakht, declaró que “todas las afirmaciones que hace régimen sobre Zhina, como que sufría una enfermedad crónica y demás, son mentiras y no deben tomarse en serio. El asesinato de prisioneros en estos lugares no es algo nuevo. Si la hubieran matado en el Kurdistán, podrían haber tergiversado los hechos, pero esta vez no pudieron”.
No se conoce el número exacto de personas -los datos oficiales hablan de 41-que murieron desde entonces por la represión a las protestas, pero el asesinato, en este contexto, de Hadis Najafi, de 22 años, es paradigmático. Su video enfrentando a la policía con la cabeza descubierta y recogiéndose el pelo con gesto desafiante, dio la vuelta al mundo. La mataron de seis disparos en Karaj, a las afueras de Teherán, según denunció su familia.
“Las mujeres iraníes se levantaron contra la Policía de la moral y las imposiciones de un régimen de características teocrático-patriarcal, y exigieron justicia en Teherán por la muerte brutal de Mahsa Amini. Como desobediencia al apartheid de género, varias acciones de protesta fueron escenario de las calles. Pudimos ver cómo tantas mujeres con tijeras en una mano cortan su cabello y en la otra su hiyab en medio de la quema de velos entre las llamas como simbolización de una profunda transformación política”, dice a Las12 la investigadora Karina Bidaseca, especialista en estudios de género y poscolonialidad, docente de la UBA y de la Unsam.
Además de en Teherán y en Kurdistán, se destacaron las protestas en Sari, Mashdad y Kish, explica la especialista, y resalta que son las movilizaciones más amplias desde las protestas de 2019. “Entre los antecedentes en que las mujeres iraníes reclaman libertad, se encuentra 2014, cuando una protesta en redes sociales llamada ‘Mi libertad sigilosa’, se atrevió a desafiar las leyes del hiyad”, cuenta Bidaseca.
Esta vez, a diferencia de otras movilizaciones, las mujeres, sobre todo las más jóvenes, se quitaron el velo colectivamente. Los miércoles blancos, en los que, organizadas, se negaban a que el Gobierno eligiera el color del hiyab, fueron los antecesores de esta lucha. En Irán, dice Karina, como en otras sociedades de mayoría musulmana, las dinámicas feministas fueron cambiando con las nuevas generaciones. “En particular mencionamos a la revista Zanan, a la que se le atribuye el origen del concepto ‘feminismo islámico’. La creciente presencia de las mujeres en todas las esferas de la vida social, su elevado nivel de educación superior y su presencia en las universidades, la reivindicación de sus derechos, contrarresta la persecución del régimen”.
Según explica la investigadora, “las mujeres en Irán han sido obligadas, por ley, a utilizar hiyab desde 1979, después de que triunfara la revolución islámica del Ayatollah Jomeini. Conforme al artículo 368 del Código Penal islámico iraní, las mujeres que se muestren en público sin velo pueden ser condenadas a una pena de cárcel que puede llegar hasta dos meses. Esta ley se aplica desde la edad de los nueve años, pero en la práctica las autoridades imponen el uso obligatorio del velo a partir de los siete años, es decir, cuando las chicas entran en la escuela elemental. Quienes rechazan su uso, se enfrentan a duras sanciones, detenciones, multas, encarcelamientos y alcanzan, como en estos acontecimientos brutales, la muerte”.
Pero la discriminación contra las mujeres en Irán no se limita al uso obligatorio del velo, explica la especialista, también tienen vetado acudir a lugares como los estadios de fútbol. Esta prohibición dio lugar a uno de los más tristes exponentes de sufrimiento que las leyes discriminatorias del régimen iraní causan a las mujeres: es el caso de Sahar Khodayari, la Chica Azul, conocida así por los colores del equipo teheraní, el Esteghlal, fue detenida por la policía en marzo de 2019 cuando intentó acceder al estadio disfrazada de varón. Dos días después de haber estado presa en la cárcel de Gharchak, fue puesta en libertad a la espera de un juicio. En septiembre, ya juzgada y a la espera de la sentencia del tribunal islámico, se inmoló en las puertas de la magistratura en señal de protesta y se prendió fuego. Murió unos días después en un hospital de Teherán.
Como explica Bidaseca, el país está regido por la Sharia (o ley islámica), que es el código de conducta basado en el Corán. Si bien el uso obligatorio del hiyab en las mujeres es la norma más visible, regula todos los aspectos de la vida, desde crimen, política y matrimonio hasta la dieta que una persona debe seguir, pasando por el rezo, la economía, la higiene, entre otras tantas cosas.
La edad legal para el matrimonio es de 13 años para las mujeres y de 15 para los hombres. Para que una chica pueda casarse debe tener la aprobación de su padre. Si éste no acepta, no hay casamiento. Al mismo tiempo, si el padre quiere puede forzarla a casarse con alguien que ella no quiere. Si una mujer quiere viajar, debe pedir permiso a su padre o marido. En la justicia, el testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre, porque dicen que las mujeres son muy emocionales y pueden cambiar rápidamente de opinión, por el mismo motivo, ninguna mujer puede ser jueza. Un hombre puede tener hasta cuatro esposas permanentes (e incontable cantidad de esposas temporales). De lo contrario, si una mujer tiene una relación extramatrimonial es condenada a muerte. Si hablamos de una herencia, las mujeres reciben la mitad que los hombres. Una mujer iraní puede pedir el divorcio pero sólo será posible si el marido acepta. Las protestas que no paran en Irán, tienen que ver con todas estas normas. Las mujeres y el feminismo musulmán están reclamando otras formas de vida.
Paren de matarnos
En Buenos Aires, el movimiento de mujeres y diversidades expresó su repudio frente a la Embajada de Irán, pidiendo que se ponga fin a la violencia patriarcal. “Estamos luchando por la libertad y exigiendo justicia desde el 17 de septiembre. Saludamos a todas las mujeres que están luchando en todo el mundo. No somos ajenas a las conductas opresivas que la mentalidad explotadora del sistema patriarcal impone sobre el cuerpo de las mujeres”, dijo desde la movilización Dilda Roj, kurda que vive en Argentina y forma parte del Movimiento de Mujeres de Kurdistán.
“Nuestros pueblos ya no le temen a la muerte y están saliendo a las calles; es el régimen fascista el que nos teme porque sólo tienen para ofrecer políticas de muerte. Que cada calle y cada plaza de este mundo traiga el fin de estos sistemas no es sólo un eslogan: nosotras, como Movimiento de Mujeres de Kurdistán, prometemos profundizar esta lucha hasta vengar a todas las mujeres que fueron asesinadas en Kurdistán y en todo el mundo. El asesinato de Mahsa Amini sintetiza todos los femicidios causados por la mentalidad patriarcal del sistema capitalista. En su memoria y en la memoria de cada mujer asesinada por este sistema, haremos más fuerte nuestro sistema de vida, basado en la libertad y en el respeto a las mujeres y a nuestro planeta”, dijo Roj desde las puertas de la embajada, acompañada por otras mujeres y disidencias en lucha.
Qué reclama el movimiento feminista iraní
Por un lado, explica Bidaseca, el movimiento feminista, llamado de las feministas musulmanas, considera que hay que liberar el pensamiento de la religión musulmana, principalmente de los ulemas, que son los varones que se arrogan la veracidad del relato e imponen su visión del Corán y de las sagradas escrituras. “Además, lucha contra las políticas feminicidas en el mundo y contra este estado de guerra contra los cuerpos feminizados que, en mis libros, llamo apartheid de género, que busca apelar al terror para imponer políticas de disciplinamiento y control”, dice Karina.
“Mi trabajo de investigación ha sido en la dirección de cuestionar la retórica salvacionista de los feminismos hegemónicos, cuyo discurso y práctica revictimiza a las mujeres del sur, en este caso, a las iraníes. Lo que observamos es que ante la represión extrema del apartheid de género, que causa la muerte, las jóvenes no temen: ellas no son en absoluto víctimas sino que están desafiando, con sus acciones, los poderes opresivos religiosos y las políticas que consagran los abusos del patriarcado y vulneran sus derechos, para alcanzar la ansiada igualdad de género”, apunta la investigadora.
Para Bidaseca y quienes se dedican a los estudios y la militancia descolonial, la única forma de detener los asesinatos de mujeres es desarrollar la lucha común de todos los movimientos de mujeres en los contextos de opresión patriarcal, pero que tienen una historicidad propia. En ese sentido, es imprescindible “desoccidentalizar los prejuicios de las feministas hegemónicas que representan a todas las mujeres ‘oprimidas’ a través de dispositivos racistas que ubican la supremacía blanca occidental otrificando y exotizando identidades no occidentales y traducir las revoluciones feministas que, como entre las iraníes, se dan en el seno mismo de la religión”, explica Karina. Y concluye, parafraseando a la socióloga hindú Chandra Mohanty: “Es preciso descolonizar, despatriarcalizar y desorientalizar nuestra mirada que se formó bajo los ojos de Occidente”.
Melike Yasar es joven como Amini y como Mahsa, también es kurda y forma parte del Movimiento de Mujeres de Kurdistán. Hace años que viene luchando para que las mujeres de su país sean libres: “Como mujeres persas, kurdas, árabes, baluches y azeríes, debemos organizarnos, desarrollar nuestra autodefensa y vencer con movimientos revolucionarios en la lucha de género. Hoy es el momento de una organización común que nos lleve más allá de la solidaridad de las mujeres. En primer lugar, debemos desarrollar la fuerza de voluntad en la mentalidad y en la conciencia. Se puede afirmar que la lucha de las mujeres en el Kurdistán ha ganado identidad con el lema ‘Jin jiyan azadî’. Este eslogan se ha convertido en un grito por la vida libre en todo el mundo. Durante las marchas por Zhina Amini asesinada, este lema fue gritado por cientos de miles de mujeres y hombres como un grito fundamental de libertad”.
Yasar dice además que “Jina Amini estaba cuidadosamente velada. Sin embargo, la mentalidad masculina no pudo digerir su postura y la asesinó mediante la tortura con la mente más sucia del Estado, alegando el hiyab como excusa. Y decimos que el asesinato de una mujer es nuestra justificación para la revolución de las mujeres en Rojhilat e Irán”.
En Argentina, el Comité de Mujeres en Solidaridad con Kurdistán, integrado por colectivas feministas de todo el país y organizaciones de derechos humanos, fue elocuente: “Sobre nuestros cuerpos se han tejido alianzas, se han desplegado enfrentamientos, guerras y treguas, han proliferado los pactos científicos, hemos sido base de datos para las estadísticas y se han montado por igual gobernantes, académicos, religiosos – sean mulás, sacerdotes, rabinos o como queramos llamarlos de acuerdo a las creencias – obreros, patrones, burócratas y dirigentes en todos los niveles sin distinción alguna de clase, raza, color, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición para establecer sus regímenes de verdad”.
Las mujeres y las identidades feminizadas y disidentes de este sistema heteropatriarcal, lo saben muy bien, dice el documento: “No nacemos ni libres ni iguales en dignidad y derechos aunque se proclamen declaraciones universales y tratados en los que los Estados estampan sus suscripciones volátiles al pie de página. Si así fuera, hoy no estaríamos envueltas en la rabia y la furia que nos provoca el asesinato de Mahsa Amini, que fue brutalmente golpeada hasta la muerte por la policía moral en Irán, porque según sus leyes, no estaba usando el hiyab “de manera correcta”.
Pâsdârân-e Enghelâb-e Eslâmi es como se nombra en persa a los “Guardianes de la Revolución islámica” y sus funciones y atribuciones se extienden a todos los órdenes de la vida en Irán. “Pero antes de escandalizarnos sólo por esto y mucho antes aún de analizar lo sucedido desde el extrañamiento o poniendo el acento en las leyes de la Sharia que rigen en ese país y nos resultan quizás lejanas, es importante que profundicemos nuestros análisis y comencemos a identificar el hilo común que vincula cada uno de los crímenes que son cometidos en el mundo contra las mujeres, independientemente de las particularidades”, dicen desde el Comité.
“No vamos a ser nosotras, blancas, occidentales, cristianizadas desde que nacemos, quienes vamos a discutir ni a decidir sobre lo imbricado en torno a las costumbres de vestimenta de las mujeres musulmanas, incluso aunque podamos tener una posición al respecto. Son las mujeres y las niñas islamizadas desde que nacen, quienes lo están haciendo. Son ellas las que particularmente en Irán, hace más de 43 años están enfrentando las fuerzas contrainsurgentes, quemando en sus caras los velos y arrancándose los alfileres invisibles que los sujetan a sus cráneos”, expresan.
Mujer, vida y libertad
Si bien la primera gran manifestación tuvo lugar en Saqqez, la ciudad natal de la joven Amini, al cierre de esta edición, la bronca se extendió como una mecha prendida a las 31 provincias del país y según diferentes organizaciones de derechos humanos, ya son más de setenta los y las muertas desde mediados de septiembre. Según cuentan periodistas que intentan cubrir lo que pasa en Irán, obtener información es cada vez más complicado por los cortes de internet y el bloqueo de las redes sociales.
“Jin, Jiyan, Azadi” (Mujer, vida, libertad), cantaban las mujeres y disidencias en la tarde de este martes en la Embajada de Irán en Argentina y eso es lo que dicen las mujeres en Irán. Buenos Aires se sumó, desde el sur, a ese grito de libertad que se escuchó por primera vez en las calles de Saqqez, el día del funeral de Mahsa Amini: Jin, Jiyan, Azadî, Mujer, Vida, Libertad.
FUENTE: Inés Hayes / Las12