Con el “mundo” mirando hacia Ucrania, Recep Tayyip Erdogan ha visto la oportunidad para continuar con sus planes expansionistas en Oriente Próximo. El presidente de Turquía ha anunciado una nueva operación militar para “limpiar las regiones de Tel Rifat y Manbij de terroristas”, según sus propias palabras.
El deseo de Erdogan es establecer una “zona de seguridad” de 30 kilómetros de profundidad a lo largo de los 600 kilómetros de frontera que comparten Turquía y Siria. Este objetivo supondría invadir la totalidad de las ciudades de mayoría kurda en Rojava, que acogen a aproximadamente 2,7 millones de personas. El presidente de Turquía ha declarado que su objetivo es devolver a un millón de refugiados sirios a esta región, en lo que él llama un “retorno voluntario”. Para ello, omite que desplazará a una importante parte de la población originaria, continuando así con el proyecto de cambio demográfico.
Además, cabe mencionar que las dos últimas invasiones turcas en territorio sirio, Afrin en 2018 y Serêkaniye y Girê Spî en 2019, produjeron al menos medio millón de desplazados internos. Dichos desplazados están siendo mantenidos en campos de refugiados por la Administración Autónoma de Rojava (AANES), sin prácticamente ningún apoyo por parte de la comunidad internacional. Muchos otros son sostenidos por los vínculos familiares dentro del territorio, así como por las remesas que llegan desde Europa.
El inestable equilibrio de poder internacional debido a la guerra en Ucrania ha puesto en bandeja la posibilidad a Erdogan. Por un lado, Rusia tiene preocupaciones más importantes que mantener la estabilidad en Siria. Por el otro, la OTAN debe hacer concesiones a Turquía para que levante la amenaza de veto al ingreso de Finlandia y Suecia en la alianza atlántica. De hecho, ya ha conseguido que el gobierno sueco permita de nuevo la venta de armas a la República turca, que había sido prohibida en octubre de 2019, a consecuencia de la invasión turca de Serêkaniye y Girê Spî. Tanto Rusia como Estados Unidos han declarado su oposición a esta nueva intervención en Siria. Aún queda por ver cómo de firme será esa oposición en el momento de pasar a la acción.
Las regiones directamente amenazas por Erdogan son Tel Rifat y Manbij, al oeste del río Éufrates. Ambas se encuentran bajo el control aéreo de Rusia y alojan varias de sus bases militares. Tel Rifat es una localidad ubicada a 40 kilómetros al norte de Alepo. Allí se encuentran numerosos desplazados de Afrin, expulsados de sus hogares por la invasión turca de 2018. Manbij es una ciudad de mayoría árabe, pero con importantes minorías de turcomanos, kurdos y circasianos. Liberada por las YPG/YPJ en agosto de 2016 de manos de Estado Islámico (ISIS), ha sido uno de los ejemplos de convivencia entre culturas y la primera ciudad de mayoría árabe en integrarse en la Administración Autónoma. En ambas localidades la población ha salido a la calle para mostrar su rechazo a la posible invasión. También otras fuentes informales citan la ciudad de Kobanê como posible objetivo.
Para Erdogan, una victoria sobre las YPG/YPJ en Rojava supondría un refuerzo a su popularidad entre los sectores nacionalistas turcos, como ya ha ocurrido en anteriores ocasiones. Actualmente, la confianza en el presidente de Turquía y su partido AKP está muy baja, debido a la crisis económica y financiera en la que está sumida el país, con un brutal empobrecimiento de la mayoría de la población, que soporta un 73,5% de inflación. Erdogan necesita recuperar la confianza de sus votantes a cualquier precio, ya que el año que viene habrá elecciones presidenciales y parlamentarias.
El Comandante en Jefe de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), Mazlum Abdi, ha declarado que “nos tomamos muy en serio las amenazas de Turquía” y coincide en que Erdogan trata de exteriorizar los problemas internos de Turquía. Mazlum Abdi reitero en una entrevista a la televisión Ronahi TV que “nuestro objetivo es resolver todos los problemas mediante el diálogo. Estamos decididos a resolver los problemas en las zonas ocupadas mediante el diálogo. Nuestro objetivo es resolver los problemas con los países vecinos a través de las negociaciones. Sólo el diálogo puede poner fin a la crisis siria”.
En los últimos cinco años, el Estado turco ha participado de manera directa en al menos seis conflictos bélicos. En el caso de Iraq con una intervención directa del ejército, apoyada por el gobierno del PDK (Partido Democrático de Kurdistán), contra las fuerzas del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) en las montañas del Kurdistán del sur. Y bombardeando intermitentemente el campo de refugiados de Mexmûr y la región de Shengal, donde habitan los superviviente yezidíes del genocidio del Estado Islámico en 2014. En el caso de Siria, contra la Administración Autónoma, invadiendo los territorios de Afrin, Serêkaniye y Gire Spî, siendo el valedor del Ejército Nacional Sirio (ENS), constituido por algunas de las milicias opositoras al régimen de Bashar Al Assad e integradas principalmente por facciones de corte yihadista. También ha enviado armamento y mercenarios al conflicto de Armenia-Azerbaiyán y la guerra civil de Libia. Asimismo, ha provocado tensiones, desplantes diplomáticos y ordenado movimientos de buques militares en el mediterráneo entre Turquía, Chipre y Grecia.
FUENTE: Sara Ainhoa de Ceano-Vivas Núñez / El Salto Diario