Algunos no pueden ver, otros no pueden caminar, otros no pueden oír, algunos viven sin un órgano y algunos ni siquiera reconocen a sus familiares al otro lado de una ventana durante las visitas... Estas personas están enfermas, personas privadas de su libertad abandonadas para morir en las cárceles turcas. Aunque su salud se deteriora con cada día que pasa, o son liberadas cuando están al borde de la muerte o sus cadáveres son entregados a sus familias en un ataúd.
La situación de salud de los presos y presas enfermas empeora día a día en las cárceles turcas, donde las violaciones de derechos humanos han aumentado aún más durante la pandemia. Según el informe de 2020 de la Asociación de Derechos Humanos (IHD), actualmente hay 1.605 personas privadas de su libertad enfermas tras las rejas, 604 de las cuales están graves, 249 son mujeres. Se cree que el número es superior a las cifras oficiales, ya que muchos no se aplican al IHD y ha habido un aumento adicional en el último año.
Inapropiados exámenes médicos
Los presos y presas, muchos de los cuales están encarcelados por motivos políticos y con penas de prisión agravadas, luchan por sus vidas contra diversas enfermedades: Corazón, presión arterial, cáncer, enfermedades crónicas, insuficiencia renal, diabetes, amnesia, discapacidad visual, incapacidad para caminar, hipoacusia, parálisis, problemas psicológicos... Estos son solo algunos ejemplos de los problemas de salud que padecen. Luchan contra estas enfermedades en las terribles condiciones de las cárceles.
Los derechos de actividad social también se les han suspendido en el último período, ya que enfrentan problemas para tener acceso a la salud. Los presos y presas son llevados con esposas a enfermerías u hospitales. A menudo son enviados de regreso a prisión después de un rápido y descuidado examen. Al regresar del hospital, los mantienen solos en cuarentena durante dos semanas.
SIN DESPEDIDA
A pesar de algunos convenios internacionales firmados por Turquía, los presos y presas que tienen problemas para acceder a la salud no son liberados. Los hospitales, el Instituto de Medicina Forense (ATK) o las fiscalías impiden la liberación de los enfermos. Incluso quienes que no tienen algún miembro, han perdido la vista o no pueden caminar, no son liberados por "representar un peligro para la seguridad pública" o la "seguridad del Estado" a pesar de los informes de que "no pueden permanecer en la cárcel". Ergin Aktaş, que no tiene manos y tiene EPOC, y Mehmet Emin Özkan, de 83 años, que ha estado en prisión durante 26 años y no puede caminar, oír ni ver, son solo dos de estos terribles casos de violaciones de derechos. Las autoridades judiciales y los funcionarios gubernamentales están haciendo la vista gorda ante las demandas de las organizaciones de derechos humanos y las familias de decir "al menos un adiós".
La situación está empeorando
Los presos y presas que son liberados debido a la presión del público y las organizaciones de derechos humanos mueren al poco tiempo. El último ejemplo de esto es un paciente de cáncer de 70 años, Mehmet Ali Çelebi. Fue liberado de la prisión de Sincan el 25 de agosto y murió diez días después en un hospital donde estaba siendo tratado. Según el informe de 2020 del IHD, 16 presos y presas gravemente enfermos murieron en prisión y otros 5 murieron poco después de su liberación. En los primeros 3 meses de este año, 2 presos gravemente enfermos murieron en prisión y otro murió poco después de ser liberado. Según el informe de marzo de 2018 del IHD, 3.500 presos y presas enfermos perdieron la vida en los últimos 17 años. Además, si miramos los años posteriores a 2015-2016, cuando el gobierno intensificó la represión contra la oposición, surge un panorama mucho más preocupante.
Según los datos recopilados desde 2016 hasta el presente, al menos 103 presos han muerto en las cárceles de Turquía en los últimos 6 años.