La libertad de Öcalan haría posible las conversaciones de paz
Adem Uzun, miembro fundador y representante del Congreso Nacional de Kurdistán (KNK), con sede en Europa, afirma que "difamar al movimiento kurdo como 'terrorista' sólo contribuye a la persecución y demonización de todo el pueblo kurdo."
Adem Uzun
REDACCIÓN
martes, 22 agosto 2023, 11:30
Tachar al movimiento kurdo de «terroristas» sólo contribuye a la persecución y demonización de todo el pueblo kurdo. La paz requiere el apoyo de la opinión pública y un diálogo abierto, así como el compromiso político entre diferentes grupos y pueblos, lo que no puede ocurrir si se criminaliza a los interlocutores clave.
Son ya casi cuarenta años de guerra entre el movimiento kurdo de Turquía, representado por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), y las autoridades turcas. Siempre ha habido obstáculos para poner fin a esta guerra, en su mayoría impuestos por las autoridades turcas. Los sucesivos gobiernos turcos han desperdiciado todos los pasos positivos hacia una solución dados por la parte kurda. Han mantenido al líder kurdo Abdullah Öcalan totalmente aislado durante casi tres años y han utilizado la designación del PKK cómo organización terrorista como excusa para fomentar el racismo e impedir la paz.
La designación del PKK como organización terrorista es una decisión política, no jurídica. El PKK fue incluido por primera vez en la lista de organizaciones prohibidas en Europa en 1993, cuando la guerra de Turquía contra los kurdos estaba en su apogeo. Millones de desplazados internos y refugiados huyeron, incluso a Europa, donde Turquía también espía y asesina a disidentes, e intenta restringir las protestas y la actividad política. Los kurdos que huyeron como refugiados obtuvieron el apoyo político de los ciudadanos europeos, por lo que estos países europeos designaron cómo terrorista al PKK para destruir este apoyo.
El PKK nunca ha amenazado a Europa ni a su pueblo. Incluso ha defendido a Europa, derrotando a ISIS en Irak. Pero la decisión de incluir al PKK en la lista de organizaciones terroristas permite a Turquía afirmar que no puede negociar con el movimiento kurdo, a pesar de que el Tribunal Supremo belga dictaminó recientemente que el PKK debe considerarse una parte legítima en un conflicto civil en Turquía.
Difamar al movimiento kurdo como «terrorista» sólo contribuye a la persecución y demonización de todo el pueblo kurdo. La paz requiere apoyo público y diálogo abierto, así como compromiso político entre diferentes grupos y pueblos, lo que no puede ocurrir si se criminaliza a los interlocutores clave.
Yo mismo he experimentado esta criminalización de primera mano. Yo, como facilitador, y otros representantes kurdos participamos en las conversaciones de paz de Oslo y en la «diplomacia itinerante», con continuas reuniones cara a cara hasta 2011, cuando, de repente, nos vimos sancionados y etiquetados. Tras el fracaso de las conversaciones de Oslo, fui detenido en París por cargos falsos. No sólo gané el juicio, sino que me ofrecieron una indemnización por el trato recibido, que rechacé. La estrategia de Turquía de tratar de difamar a todos los representantes kurdos como criminales no ha hecho más que intensificarse. Hoy, cuando Turquía utiliza el proceso de adhesión a la OTAN para exigir concesiones antikurdas a los Estados europeos, esa estrategia amenaza la libertad fundamental de expresión y reunión de que disfrutan todos los europeos.
Hay otras lecciones que aprender de estas conversaciones de paz anteriores. Erdoğan era oportunista y pragmático, y temía el creciente poder político kurdo. Quiso utilizar las anteriores negociaciones de paz para marginar a sus oponentes en Turquía y fortalecerse dentro del sistema turco en los ámbitos militar, judicial y legislativo, así como para asegurarse el apoyo político y económico de la comunidad internacional. Trató de presentarse como necesitado del apoyo de la Unión Europea y Occidente para perseguir la paz, así como de buscar el apoyo interno de 20 millones de kurdos.
Erdoğan tuvo un éxito parcial en estos objetivos. Se hizo con el control del Estado y marginó a sus oponentes, pero no consiguió que los kurdos le votaran. Al contrario, los kurdos votaron al HDP en cifras récord. Esto asustó a Erdoğan, que puso fin al proceso de paz porque ya no le beneficiaba.
Los logros kurdos en Siria, donde una coalición multiétnica liderada por ellos derrotó a ISIS y a otras fuerzas islamistas, también amenazaban sus planes expansionistas. Erdoğan necesitaba la lucha contra los kurdos para justificar sus políticas expansionistas, y así, justo después del fin de las conversaciones de paz, asistimos al inicio de nuevas operaciones militares transfronterizas y ocupaciones de facto tanto del norte de Siria como de Irak.
A pesar de ello, los kurdos siempre han sido sinceros respecto a la paz y han estado dispuestos a sentarse para tener una oportunidad de conseguir derechos para nuestro pueblo. En particular, la participación del líder político kurdo encarcelado Abdullah Öcalan condujo a un éxito sin precedentes: por ejemplo, pudo pedir un alto el fuego que duró casi dos años, hasta que Turquía rompió este acuerdo. Sin la participación o el acuerdo de Öcalan, no hay perspectivas realistas para ningún proceso.
Todo proceso de paz necesita mediación y observación. Una tercera parte o partes deben mediar y observar y garantizar todas las reformas políticas propuestas. La presión internacional es siempre muy importante para mantener vivas las negociaciones.
Aquellos países que se tomen en serio la paz deberían reconocer a Öcalan como negociador principal y presionar a Turquía para que cumpla sus propias leyes, permita a Öcalan comunicarse con su familia y abogados y, en última instancia, facilite su libertad para participar en la búsqueda de una solución política. Como Öcalan ha dicho en repetidas ocasiones, si tuviera la oportunidad de participar libremente en las negociaciones, podría resolver la cuestión kurda en una semana.