¡Turquía escribe, Irak firma!

El periodista sirio Shoresh Darwish analizó en su artículo para el Centro de Estudios Kurdos la relación entre el estado turco y el iraquí.

ANÁLISIS

¿Dónde termina la “seguridad” y empieza la “ocupación”?

El ministro de Asuntos Exteriores iraquí, Fuad Hussein, y su homólogo turco, Hakan Fidan, firmaron el 15 de agosto de 2024 las primeras cartas de un memorando de entendimiento para la cooperación militar y de seguridad y la lucha contra el terrorismo. Esto marca la continuación de los acuerdos de seguridad firmados en Bagdad el 22 de abril, durante una visita del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que incluían una serie de acuerdos que abarcaban no solo la seguridad, sino también la energía, el comercio, el agua, el transporte, la salud, la educación y el establecimiento de un grupo de planificación conjunto encabezado por los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países. El acuerdo de “marco estratégico” también fue firmado durante esta reciente visita del presidente de Turquía.

En marzo, antes de la visita de Erdogan a Bagdad, el gobierno iraquí clasificó al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) como una “amenaza común” y más tarde lo designó como una “organización prohibida”. La adopción oficial por parte de Irak de estas etiquetas con respecto al partido facilitó el acuerdo de Erdogan con la visita propuesta, así como la firma de múltiples acuerdos y el establecimiento de comités conjuntos entre su gobierno y el de Mohammed Shi’a al-Sudani.

Para reforzar la política de ofrecer incentivos antes de que la delegación iraquí partiera hacia Ankara, Bagdad prohibió el 6 de agosto tres partidos kurdos: el Partido Yazidí de la Libertad y la Democracia, el Partido del Frente de Lucha Democrática y el Partido de la Libertad de la Comunidad de Kurdistán, alegando su lealtad al PKK. Esto agradó a los funcionarios turcos, ya que la prohibición de estos partidos implicaba que Turquía podría convertirse en un importante actor decisorio en la política interna iraquí.

El acuerdo firmado en Bagdad y ultimado en Ankara puede representar uno de los enigmas políticos que hay que entender en el contexto de las acciones de al-Sudani, ya que normalmente se produce a expensas de Bagdad y Erbil (Hewlêr). Además, ambas capitales iraquíes se han comprometido voluntariamente con una serie de acuerdos militares y de seguridad que no eran necesariamente críticos, en función de las condiciones actuales en Irak y las opiniones de sus élites políticas y jurídicas. Además, estos acuerdos han legitimado la presencia militar turca en Irak y han otorgado a Turquía una mayor flexibilidad para moverse por las regiones donde están situados sus puntos militares. Mientras que el Parlamento iraquí había pedido anteriormente la retirada del ejército turco entre 2015 y 2016, clasificando su presencia en suelo iraquí como una “fuerza de ocupación”, Bagdad ha legalizado ahora esta presencia y ha cargado a sus futuros gobiernos con las restricciones impuestas por estos acuerdos militares y de seguridad.

Intervención militar: un enfoque turco crónico

La historia de las incursiones militares turcas en Irak comenzó durante la guerra entre Irán e Irak, a partir de 1983. Ante la guerra en curso contra la República Islámica de Irán, Irak adoptó una política de minimizar los enemigos, otorgando a Turquía la luz verde necesaria para penetrar en el territorio fronterizo iraquí. En 1984, el ministro de Asuntos Exteriores iraquí, Tariq Aziz, firmó un memorando de entendimiento con su homólogo turco, Vahid Melih Haliloglu, que permitía a las fuerzas turcas penetrar 5 kilómetros en territorio iraquí; este memorando de seguridad expiraba al año siguiente.

Las intervenciones de Turquía no se limitaron a esos memorandos; estableció un centro de inteligencia turco en Erbil, en 1993, aprovechando las diferencias entre los partidos kurdos. A mediados de los años 1990, tras la Segunda Guerra del Golfo y tras el establecimiento de un sistema autónomo kurdo en Irak después de que el paralelo 36 cayera de las manos del gobierno central iraquí de Saddam Hussein, Bagdad permitió a Turquía ampliar su incursión a 20 kilómetros en territorio iraquí. En 1995, Turquía inició la Operación Acero, en la que participaron 35.000 soldados que penetraron 40 kilómetros de profundidad, mientras que las líneas del frente se extendieron 220 kilómetros en Irak. A esta importante operación le siguieron posteriormente dos operaciones más pequeñas ese mismo año.

La intervención militar continuó de manera intermitente y casi anual, incluso después de la caída del régimen de Saddam Hussein, a pesar de los desafíos que planteaba a las operaciones de Turquía dentro de la región del Kurdistán la presencia estadounidense en Irak y la disminución de la necesidad de apoyo turco de los partidos kurdos iraquíes. En consecuencia, las actividades de Turquía fueron una mezcla de operaciones de inteligencia y ataques limitados a los bastiones del Partido de los Trabajadores del Kurdistán. Sin embargo, los cambios en la actitud de Estados Unidos hacia Irak y los rumores de retirada aceleraron las ambiciones de Turquía de intervenir en los asuntos iraquíes, con la esperanza de llenar el vacío dejado por una posible retirada estadounidense. Esto fue impulsado por ambiciones neo-otomanas como recuperar el control de Mosul y Kirkuk después de casi cien años, combatir al PKK, manipular el panorama político en la región de Kurdistán, promover la presencia turcomana en el Kurdistán iraquí, apoyar a los partidos turcomanos leales a Ankara e impedir que se desarrollaran condiciones en la región del Kurdistán que Bagdad no pudiera regular o controlar.

Además de los acuerdos y entendimientos entre Bagdad, los partidos kurdos y Turquía, esta última ha utilizado una justificación legal para sus intervenciones urgentes, invocando el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que permite a los países proteger su seguridad nacional, justificando así la intervención en los Estados vecinos. Este mismo artículo se ha empleado en la intervención turca (y posterior ocupación) del norte de Siria (Rojava) desde 2016. Independientemente de cómo interprete Turquía este ambiguo artículo para adaptarlo a sus planes expansionistas, está legalmente obligada a notificar al Consejo de Seguridad sus operaciones en virtud de este artículo, algo que Turquía no ha hecho durante sus incursiones y ocupaciones.

De la incursión a la ocupación

El auge de la intervención militar turca en Irak comenzó en 2014 y se ha intensificado hasta la actualidad. El número total de bases y puestos militares turcos supera ahora los 110, que se extienden a lo largo de una franja de más de 200 kilómetros de largo y entre 10 y 40 kilómetros de ancho, y el número de soldados supera los 5000, junto con numerosos expertos militares, cientos de vehículos blindados y tanques. Algunas bases también tienen posiciones de artillería y pistas de aterrizaje.

La reciente operación militar iniciada por Turquía el 26 de junio se saldó con el despliegue de al menos 300 vehículos militares y el establecimiento de puestos de control de seguridad en la zona de Badinan, en la provincia de Duhok. Los informes sobre soldados turcos que inspeccionan a ciudadanos kurdos, les piden sus documentos de identidad iraquíes y preguntan por sus destinos indican una inclinación ocupacional por parte de las fuerzas turcas, que están afirmando de hecho su dominio sobre las zonas rurales. Para infundir miedo e intimidar a los civiles e imponer al mismo tiempo una autoridad de facto, el ejército turco ha ejecutado una serie de tácticas de tierra arrasada, que incluyen la quema de árboles, el bombardeo de zonas montañosas con morteros y el tiroteo constante.

Las operaciones militares turcas ya no están sujetas a plazos específicos ni restringidas a zonas geográficas acordadas con Bagdad o los partidos kurdos gobernantes en la región de Kurdistán. Han comenzado a operar como una fuerza de ocupación, afirmando su presencia sin acuerdos formales, y los acuerdos posteriores surgen simplemente para aliviar las preocupaciones de los funcionarios iraquíes.

El ejemplo del campamento de Zilkan, en el distrito de Bashiqa, ilustra claramente esta cuestión. En 2016, el gobierno encabezado por Haider al-Abadi pidió repetidamente la evacuación de este campamento, sin ningún resultado. Las exigencias de Irak para que Turquía desocupe sus bases coincidieron con los llamados de la alta autoridad chií, el ayatolá Ali al-Sistani, para que las fuerzas turcas se retiren y respeten la soberanía iraquí. Sin embargo, parece que Irak, incapaz de poner freno a Turquía, ha adoptado una estrategia de mostrarse astuto: legaliza la presencia turca para que sea aceptable para Bagdad, aunque esa presencia exista contra sus deseos, transformando así un estado de ocupación en un componente de un entendimiento mutuo entre los dos países vecinos. En consecuencia, el reciente acuerdo prevé el establecimiento de dos centros de coordinación y capacitación en materia de seguridad destinados a la cooperación en la lucha contra el “terrorismo”, uno en Bagdad y el otro en Bashiqa.

¿Qué ganó Irak?

En resumen, parece que la parte turca ha logrado parte de sus objetivos de control y expansión, esta vez con el consentimiento tanto de Irak como de Erbil. Con la legalización de la presencia militar, los turcos ahora poseen una influencia significativa en los asuntos internos iraquíes, que podría derivar en una intromisión política en relación con el próximo gobierno, las alianzas parlamentarias y la administración de las provincias iraquíes dentro de Kurdistán, Mosul y Kirkuk. Por el contrario, si bien Irak está satisfecho con los acuerdos que ha logrado -como lo expresaron sus funcionarios durante la firma de los contratos de sumisión con la parte turca-, es posible que haya creado inadvertidamente una crisis en relación con la protección de la seguridad nacional de Irak y la seguridad de la región de Kurdistán específicamente.

Hasta el momento, Irak no ha logrado ningún avance estratégico; la cuestión del agua sigue sin resolverse y es poco probable que se resuelva pronto con Turquía. Además, ni el gobierno central ni la región de Kurdistán podrán controlar eficazmente el ritmo de las operaciones militares turcas ni obstaculizar el establecimiento de bases y campamentos, con lo que no podrán proteger a los ciudadanos iraquíes de los estragos de la maquinaria de guerra turca. Mientras tanto, el proyecto del canal seco, conocido como la “ruta del desarrollo”, sirve como emblema que legitima el continuo e injustificado compromiso del gobierno de al- Sudani con Turquía y la ruta a través de la cual el gobierno de Erdogan aplica sus políticas de seguridad en Irak, bajo el pretexto de que todos los acuerdos y entendimientos en curso están destinados a impulsar este proyecto.

Respecto de algunos acuerdos que Irak ha firmado, Bagdad podría haberlos buscado con naciones más avanzadas y capaces que Turquía, particularmente en sectores como la educación, la industria, los deportes y la energía, limitando la cooperación a los intercambios comerciales, las exportaciones de petróleo y el desarrollo de estrategias para resolver los problemas hídricos de Irak.

En definitiva, el gobierno de al-Sudani debería haberse abstenido de involucrarse en un conflicto interno entre Turquía y su población kurda, incluso si ese conflicto se desarrolla en un terreno difícil dentro de Irak. Debería haber evitado conceder a Turquía el derecho a establecer puestos militares duraderos y a interferir más tarde en la política interna de Irak.

Si resulta necesario ofrecer visiones para resolver el rompecabezas planteado por las políticas de al-Sudani destinadas a apaciguar a Turquía, se puede afirmar que existe toda una clase política iraquí que ha firmado en exceso documentos redactados por el gobierno turco sin evaluar adecuadamente los riesgos que aguardan a Irak tanto en su dimensión árabe como en la kurda.

FUENTE: Shoresh Darwish / The Kurdish Center for Studies / Traducción y edición: Kurdistán América Latina