La vida de Sakine Arat encarna la resistencia centenaria y el sufrimiento del pueblo kurdo. Nació en 1934, en pleno exilio familiar, en una época en la que las políticas de aniquilación y negación contra el pueblo kurdo dejaron sus cicatrices más profundas. Fueron años en los que las familias fueron desgarradas, obligadas a abandonar sus tierras y sometidas a un exilio brutal, una época en la que el dolor y la resistencia cobraron forma. Su familia había sido uno de los símbolos de la resistencia kurda durante el Levantamiento de Sheikh Said de 1925, soportando un angustioso período de exilio y sufrimiento. Sakine Arat fue hija de aquellos días oscuros.
Exilio y comienzo del sufrimiento
El período en el que nació Sakine Arat fue de inmensas dificultades para el pueblo kurdo. Su familia, los jeques Bukarki, desempeñó un papel importante en el Levantamiento de Sheikh Said y, como consecuencia, fue exiliada. Este desplazamiento forzado coincidió con el nacimiento de Sakine, y las dificultades que soportó su familia se convirtieron en la base de las numerosas adversidades que marcarían su vida. Nacida en 1934 en Kütahya, Sakine Arat llegó al mundo en medio del exilio y la pobreza. Sus parientes cercanos y otros familiares fueron reasentados a la fuerza en diferentes ciudades, lo que profundizó aún más el sufrimiento que experimentaron. Durante años, su familia fue privada de sus bienes y obligada a sobrevivir en duras condiciones, luchando por reconstruir sus vidas.
Desde temprana edad, Sakine Arat creció en medio de estas dificultades, y los años de exilio dejaron una huella imborrable en ella, marcando el rumbo de su lucha futura. Tras una amnistía general, su familia regresó a la aldea de Hacı Began en Bismil, Amed (Diyarbakır en turco). Este regreso se convirtió en un momento crucial en la vida de Sakine Arat, permitiéndole reconectar con su pasado y el futuro que le aguardaba.
Sus hijos y las nuevas dificultades de la vida
Siendo muy joven, Sakine Arat se casó con el jeque Celal, pariente de su padre. De este matrimonio, tuvo diez hijos. Sin embargo, las dificultades en su vida no terminaron ahí. Su relación con su esposo estuvo plagada de dificultades y, finalmente, se divorciaron. La tragedia la golpeó pronto, ya que dos de sus hijos fallecieron a temprana edad, lo que marcó un punto de inflexión en la vida de Arat.
En la década de 1980, cuando comenzaron la resistencia y las huelgas de hambre lideradas por los cuadros fundadores del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en la prisión de Amed, su hijo, Cemal Arat, participó en esta lucha histórica. Cemal Arat se convirtió en uno de los símbolos de la resistencia carcelaria del PKK y, en 1984, perdió la vida durante una huelga de hambre. Presenciar la muerte de su hijo fue un dolor indescriptible, uno que Sakine Arat sintió profundamente.
Pero el sufrimiento no terminó ahí. Sus otros hijos siguieron los pasos de Cemal, eligiendo el mismo camino de lucha. Sus hijos Tacettin y Murat se unieron al PKK y se fueron a las montañas. Otro hijo murió en un accidente de tráfico, lo que agravó aún más las insoportables pérdidas de Sakine Arat. Por si fuera poco, su hija de 17 años se quitó la vida, sumiéndola en un dolor aún mayor. Con cada hijo que perdía, el dolor que soportaba se hacía cada vez más profundo.
Tras divorciarse de su marido y criar sola a sus hijos, Sakine Arat se convirtió en algo más que una madre; se convirtió en un símbolo de la lucha de su pueblo por la libertad y la paz. Su dolor y sus pérdidas personales no la quebraron; al contrario, fortalecieron su compromiso con la causa. No solo fue una madre que perdió a sus hijos, sino también una mujer kurda que participó activamente en la resistencia de su pueblo, estando al frente de la lucha.
Las Madres de la Paz y la resistencia
Las décadas de 1980 y 1990 fueron increíblemente difíciles en Turquía, especialmente para el pueblo kurdo y su lucha por los derechos y la libertad. Tras el golpe militar de 1980, Sakine Arat no solo cuidó de sus hijos, sino que también se involucró profundamente en la resistencia social. Alzó la voz contra la tortura en las cárceles, especialmente en la prisión de Amed, así como en muchos otros lugares. En la década de 1990, se convirtió en una de las fundadoras de la iniciativa Madres de la Paz, una organización que posteriormente se convertiría en uno de los movimientos emblemáticos de la Lucha por la Libertad Kurda.
A finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, Arat participó activamente en numerosas manifestaciones y protestas, situándose firmemente en el centro de la resistencia social. Lo que comenzó con la resistencia carcelaria en Amed se convirtió en una lucha incansable por la justicia en los tribunales, las calles y las manifestaciones públicas. Nunca dejó de defender la paz y luchó incansablemente por la justicia y la libertad. Incluso en las condiciones más duras, se negó a rendirse, alzando siempre la voz contra la opresión en cuanto tenía la oportunidad.
Determinación inquebrantable ante las dificultades y las amenazas
La lucha de Sakine Arat no fue solo la lucha de una familia por la supervivencia, sino que se convirtió en un símbolo de la lucha del pueblo kurdo por la libertad. Durante la década de 1990, una época marcada por amenazas, detenciones, desapariciones forzosas, arrestos y juicios en todo el país, Arat nunca se rindió. A pesar de los peligros, se mantuvo firme contra la opresión. Durante este período, apareció con frecuencia en los medios de comunicación, compartiendo tanto sus tragedias personales como el sufrimiento de su pueblo. Ninguna intimidación pudo silenciarla. Para ella, la lucha no era solo una necesidad de la época, sino una lucha existencial para todo un pueblo.
Una lucha de toda la vida por la paz
La vida de Arat es un símbolo de la lucha y resistencia del pueblo kurdo, que duró más de un siglo. El movimiento Madres de la Paz le dio una nueva identidad, convirtiéndola en uno de los rostros de la lucha por la libertad kurda. Nunca perdió la oportunidad de pedir la paz y siempre se mantuvo firme contra la opresión del pueblo kurdo por parte del Estado. Su lucha no fue solo por el pueblo kurdo; fue una lucha por la libertad y la paz para toda la humanidad.
Durante años, Arat no solo cargó con el sufrimiento de su pueblo, sino que también se aseguró de que el mundo se enterara. El 14 de marzo, a los 91 años, falleció, dejando un poderoso legado. Fue declarada la primera mártir del nuevo proceso de lucha iniciado bajo el paradigma de Abdullah Öcalan de “Paz y Sociedad Democrática”, convirtiéndose en un símbolo del futuro que anhelaba y por el que tanto se sacrificó.
Símbolo de resistencia y paz
La vida de Sakine Arat no es solo la lucha de una madre, sino también un símbolo de la lucha de todo un pueblo por la libertad. Su historia representa la resistencia contra la opresión, la esperanza que crece en medio de la pérdida y el sufrimiento, y una defensa inquebrantable de la paz. Dedicó toda su vida a la causa de la libertad y la igualdad, siempre del lado de la paz. Arat fue madre, una persona que resistió y una embajadora de la paz.
Hoy, su nombre está ligado para siempre a la resistencia del pueblo kurdo y está grabado en la historia como uno de los símbolos de la lucha por la paz y la libertad. Su vida fue un camino entretejido de dolor, resistencia y esperanza. Esta lucha nunca fue solo por su propio pueblo, fue una lucha por un mundo donde prevalezcan la justicia y la paz. El legado de Arat sigue inspirando a todos aquellos y aquellas que resisten, que se niegan a perder la esperanza y que defienden la paz.