El concepto de Estado-nación no ha prosperado en la Turquía de Atatürk, el Irán de Pahlavi ni en las repúblicas baazistas de Siria e Irak. La República Islámica de Irán tampoco ha logrado resolver la cuestión de las nacionalidades, manteniendo el predominio del nacionalismo persa dentro de su régimen. De estas cinco experiencias surgieron divisiones conflictivas entre las cuatro principales nacionalidades de Medio Oriente: árabes, turcos, kurdos y persas. Actualmente, tres de estos países experimentan convulsiones estructurales, mientras que en Irán existen posibles indicios de una agitación similar.
La fase de los nacionalismos en Medio Oriente, que comenzó con el experimento nacionalista de Mustafá Kemal en la naciente República turca en 1923, puede compararse con el caso de Europa Occidental con el establecimiento del Estado unificado alemán en 1871. Esta unificación se produjo tras la derrota del ejército prusiano (alemán) a manos del ejército francés en la batalla de Sedán, lo que provocó una considerable agitación en Europa, que desembocó en dos guerras mundiales: conflictos fundamentalmente arraigados en los nacionalismos alemán y francés, entrelazados con los intereses británicos, rusos, estadounidenses y soviéticos. Esta dinámica coincidió con la desintegración de la estructura étnicamente diversa del Imperio austrohúngaro, que había sido aliado de Alemania antes y durante la Primera Guerra Mundial.
La iniciativa del general Charles de Gaulle para la reconciliación con Alemania, tras su presidencia en Francia de 1958 a 1969, y su nueva alianza con el canciller de Alemania Occidental, Konrad Adenauer, marcó el inicio de la transición de Europa hacia una era posnacionalista. Esta iniciativa facilitó la transición del experimento del Mercado Común Europeo de la década de 1950 hacia la Unión Europea en la década de 1990.
Tras su encarcelamiento en la isla de Imrali en 1999, Abdullah Öcalan se perfila como la primera figura de Medio Oriente en destacar el fracaso de la solución del Estado-nación en la región. Abandonó el programa nacionalista que el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) había adoptado desde su fundación, en 1978, y propuso un nuevo programa basado en una nación única compuesta por pueblos diversos, que enfatiza la igualdad y la libertad de los ciudadanos dentro del espacio geográfico definido por las fronteras estatales, trascendiendo las divisiones de nacionalidad, etnia, religión, secta, género e ideología política. Defiende el derecho de las personas a expresar sus identidades culturales, nacionales, étnicas, religiosas y sectarias con igualdad, como se expresa en la siguiente declaración: “Una nación democrática compuesta por individuos que comparten sus derechos y libertades fundamentales por igual, abarcando una variedad de culturas, etnias y religiones (el concepto de identidad flexible y abierta), y por tanto basada en la unidad de los derechos individuales y colectivos”.
Esta definición tiene el potencial de garantizar una integración integral, alineándose armoniosamente con el concepto de una patria común, que debe definirse como el lugar donde los individuos libres viven como ciudadanos democráticos, sin atribuirse a ningún grupo étnico o religioso, y sin recurrir a la exclusión de ninguno de ellos (Abdullah Öcalan: Hoja de ruta – Cuestiones de democratización en Turquía, modelos de solución en Kurdistán – pp. 109-110).
Al construir esta definición öcalaniana del concepto de “nación”, el término “constituyente” brilla por su ausencia. En su lugar, se emplea el término “ciudadano”, donde la formación de la “nación democrática” se da mediante la libertad e igualdad compartidas de sus ciudadanos, como entidad constitucional, legal y política dentro del área geográfica definida del Estado. El “compartir” las libertades en la expresión de culturas, etnias y religiones es simplemente una rama del árbol de la “nación democrática”, no el árbol en sí. La esencia de esta nación se ancla en la libertad e igualdad de los ciudadanos dentro de una patria común que trasciende las fronteras nacionales, étnicas, religiosas, sectarias, ideológicas y políticas, y no está definida ni etiquetada por ninguna de ellas.
Öcalan no aborda este asunto desde la perspectiva de la minoría kurda contra la mayoría turca, ni lo enmarca en términos de la alianza minoritaria de la República turca de 1923 contra los turcos. En cambio, visualiza una solución al dilema de la república de Mustafá Kemal mediante un acuerdo democrático.
El 27 de febrero de 2025, Öcalan presentó su iniciativa de “compromiso”, que considera el “método fundamental”, afirmando que “el segundo siglo de la República (turca) solo será una continuidad duradera y fraternal cuando sea coronado por la democracia”.
Este proceso, por parte del PKK, dependerá sin duda de un próximo proceso de negociación y de las correspondientes concesiones del Estado turco y la autoridad gobernante en Ankara, con el objetivo de transformar la República turca de un Estado-nación a una “patria común”. Es probable que la iniciativa de Öcalan surja no solo de un intento por abordar el estancamiento histórico de la república de Atatürk, arraigada en una hegemonía nacionalista singular, sino también de un análisis de la actual debilidad turca. Esta debilidad ha motivado sin duda a Devlet Bahçeli, con el apoyo tácito de Recep Tayyip Erdogan, a tenderle la mano a Öcalan el 22 de octubre de 2024. Bahçeli, líder del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), está respondiendo a esta debilidad turca, que ha quedado expuesta en Medio Oriente tras los atentados del 7 de octubre y que no se verá aliviada por los avances que Ankara prevé obtener en Damasco después del 8 de diciembre de 2024.
FUENTE: Mohammad Sayed Rassas / The Kurdish Center for Studies / Traducción y edición: Kurdistán América Latina