La prensa turca y los círculos cercanos al gobierno han enmarcado los acontecimientos en Siria como una victoria personal. Están aprovechando los cambios en los equilibrios y los vacíos de poder para perseguir la erradicación de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) y, en última instancia, para «cerrar el libro» sobre los kurdos. Parece haber una parálisis mental total cuando se trata de los kurdos. ¿Pueden los que proclaman: «Los kurdos y los turcos son hermanos; hemos vivido juntos durante mil años», celebrar realmente el entierro metafórico de los kurdos con tanto entusiasmo? ¿Es normal que estén tan profundamente comprometidos y lideren tales esfuerzos? Los que cuestionan o reflexionan críticamente sobre esta situación brillan por su ausencia.
En Turquía, la población kurda se estima en decenas de millones, aunque el número exacto sigue siendo incierto. Estos kurdos conviven con los turcos, asisten a las mismas escuelas, sirven en el ejército y trabajan juntos en diversos sectores. ¿Cómo pueden unos pueblos que coexisten tan íntimamente tolerar semejante opresión y represión de los demás? ¿Cómo pueden convertirse en cómplices que permiten a las élites belicistas orquestar desastres aún mayores para los kurdos? Son preguntas que merece la pena plantearse. Desde la perspectiva de quienes respetan la historia y la coexistencia de los pueblos, esto refleja una completa quiebra de la racionalidad y la moralidad.
¿Qué han hecho los kurdos al Estado turco para justificar esta hostilidad? ¿Qué desastres o conspiraciones han orquestado o en qué han participado? En nada.
Los kurdos han sido divididos entre cuatro Estados y despojados de su voluntad política. Han soportado una asimilación sistemática. En este contexto, los kurdos son innegablemente un pueblo victimizado y oprimido. Sus reivindicaciones son claras: reconocimiento de su existencia y respeto de su capacidad política. No han intentado dividir ningún Estado, ni abogan actualmente por establecer un Estado independiente. En su lugar, hacen hincapié en una voluntad compartida de vivir pacíficamente junto a los pueblos con los que coexisten. Sus reivindicaciones son la paz y la democracia, no sólo para ellos, sino también para toda la región. ¿Justifican estas demandas razonables el nivel de hostilidad y agresión al que se enfrentan?
Los que afirman que «kurdos y turcos somos hermanos y hemos vivido juntos durante mil años» están ideando y ejecutando activamente planes catastróficos contra los kurdos de Siria. La prensa y los dirigentes turcos, rebosantes de entusiasmo, celebran las victorias del Ejército Nacional Sirio (SNA) y les instan a intensificar sus ataques contra los kurdos. Pero, ¿quiénes son estas fuerzas etiquetadas como SNA? Muchos de ellos son antiguos miembros de DAESH (ISIS) y Al-Qaeda, rebautizados con nuevos nombres y símbolos. Entre ellos hay individuos implicados en saqueos y atrocidades, incluidos combatientes extranjeros que han participado en la violencia generalizada. Saquearon Afrín y desempeñaron un papel importante en la limpieza étnica. Los informes de las Naciones Unidas y otras organizaciones de derechos humanos documentan numerosos crímenes de guerra cometidos por estos grupos. A pesar de ello, los medios de comunicación y los funcionarios turcos los han glorificado como héroes. Su principal motivación para hacerlo es utilizar a estas fuerzas como herramienta contra los kurdos e intensificar aún más sus ataques.
El principio rector de la administración de Erdoğan es claro: «Mientras los kurdos no ganen nada, que arda el mundo». No deberían cuestionar esta postura la prensa turca, las élites políticas y las fuerzas democráticas? ¿Es el papel de Turquía blanquear los crímenes del SNA? Sin embargo, celebran con gran fervor los ataques contra las regiones kurdas y la administración autónoma. Parecen consumidos por una determinación histérica de garantizar que los kurdos nunca se beneficien de la situación actual: destruirlos, y hacerlo lo más rápidamente posible.
La administración de Erdoğan también ha reivindicado una gran victoria tras la consolidación del poder de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), tratando de utilizarlo como arma política para suprimir la oposición interna y distraer la atención de crisis económicas como el hambre y la pobreza. Erdoğan está aprovechando cualquier oportunidad para garantizar su supervivencia política, buscando la oportunidad de permanecer en el poder indefinidamente.
¿Cuándo despertará el pueblo turco de este hechizo y verá la realidad? ¿Realmente les interesa que un régimen similar al de los talibanes arraigue al lado? La dinámica de la región está cambiando rápidamente y se están produciendo acontecimientos imprevistos. Rusia e Irán han sido marginados en Siria, mientras que Israel está extendiendo su influencia cada vez más en territorio sirio, bombardeando objetivos estratégicos. Israel afirma que actúa para garantizar la estabilidad, alegando que no quiere un régimen fuerte e impredecible en su frontera. Mientras tanto, Erdoğan y su círculo íntimo guardan silencio, incluso cuando se trata de grupos como HTS. Ahora, Irak e Irán parecen ser los siguientes en la línea. ¿Se ha alineado Turquía también a este respecto con los intereses de Estados Unidos e Israel? Qué precio pagará Turquía en última instancia por permitir que Erdoğan se inmiscuya tan profundamente en Siria?
El gobierno de Erdoğan pretende aplastar a los kurdos desplegando fuerzas del SNA contra ellos. Pero esto no es suficiente. Están coordinando directamente las operaciones militares, proporcionando apoyo aéreo e incitando a las poblaciones árabes de las regiones autónomas a crear inestabilidad y caos. Consideran que éste es el eslabón más débil de la Administración autónoma y lo están explotando. Sin embargo, muchas voces en todo el mundo piden el fin de la violencia y la resolución del conflicto. Turquía, sin embargo, trabaja sin descanso para desestabilizar las regiones autónomas más democráticas y estables, oprimir a los kurdos y borrar su agencia política. Son inflexibles en su hostilidad hacia la existencia kurda. Para ellos, principios como la fraternidad de los pueblos, el Estado de derecho o las normas morales son irrelevantes.
Empiezan a salir a la luz informes de masacres y ataques por venganza contra alevíes, kurdos, mujeres y prisioneros en Siria. No es difícil imaginar que la realidad es aún peor de lo que se ha informado. ¿Podrá surgir alguna vez una Siria democrática y estable de semejante mentalidad?
En resumen, la política general hacia los kurdos es de genocidio y erradicación. No hay discurso alternativo. El pueblo kurdo y las fuerzas democráticas deben reconocer que Siria se dirige hacia un futuro aún más oscuro e incierto. Lo que haya que hacer, hay que hacerlo sin demora.