Cuando Massouda Kohistani solo contaba 17 años, en 1998, tuvo que abandonar su tierra para huir del régimen talibán y refugiarse con su familia en Pakistán. Antes había vivido la larga guerra civil afgana, que había desangrado al país. De regreso a Kabul, estudió Administración de Empresas, y durante 18 trabajó en gestión de proyectos, e investigación social y política a través de diferentes organizaciones. Vinculada a movimientos en defensa de los derechos de la mujer, participó en la National Consulting Peace Jirga, ideado por el gobierno para trabajar por la reconciliación nacional previa al proceso de paz de Doha. En 2018 también pasó a formar parte de la Red de Mujeres Afganas (AWN).
Su activismo político y social la convirtió en una figura conocida, al aparecer en varios programas de televisión, y al participar al frente de movilizaciones, lo que la situó como blanco de los talibanes, tras la toma del poder por parte de estos. Tuvo también relevancia en las redes de apoyo a las mujeres que querían ser evacuadas, y participó en las primeras manifestaciones de rechazo al nuevo gobierno. Ante las amenazas contra ella y su familia consiguió ser evacuada también a España, donde reside actualmente.
-¿Cómo vivió el abandono de las tropas americanas de Kabul, y el colapso del gobierno afgano tras la entrada de los talibanes? ¿Esperaba que fuese todo tan rápido, y la evacuación tan precipitada?
-El gobierno de los Estados Unidos tomó una decisión errónea, retirar las tropas antes de que éstas hubiesen completado sus misiones, aunque ellos dijeron que sí habían terminado su trabajo; por ejemplo, se dijo que Ayman al Zawahri había sido asesinado en Kabul, pero no era cierto, lo mataron en Pakistán.
Los americanos decidieron abrir una especie de “negociaciones de paz” con los terroristas talibanes, negociaciones con las que los afganos no estaban de acuerdo. Fue realmente sorprendente, no sólo para la gente con estudios, incluso para la gente común, de la calle, era obvio que la persona al frente de las negociaciones como representante de los Estados Unidos, Zalmay Khalilzad, de origen afgano pero con nacionalidad americana (vivió muchos años en USA, donde ostenta una buena posición) estaba apoyando los intereses de su propia tribu, asentada en su lugar natal, Mazar-e Sarif, la tribu Noorzai, que son un grupo terrorista.
Todos nos preguntábamos ¿cómo es posible que el gobierno de los Estados Unidos se siente a hablar con un grupo terrorista, acaso no saben que son terroristas? Porque aquí todo el mundo lo sabe; incluso han atacado distintos lugares de Afganistán.
Para estas negociaciones, estuvieron a punto de abrirse unas oficinas en Kabul, pero debido a la oposición del talibán no fue posible, así que decidieron hacerlo en Qatar.
A partir de aquí, se empezó a estructurar un “tratado de paz” que la gente de Afganistán desconocía por completo, no tenían ni idea de lo que había allí escrito, nunca se anunció; pero, en realidad, no fue todo tan rápido, se invirtió mucho tiempo y mucho dinero, puesto que hubo viajes a diferentes países para tener reuniones, para preparar la retirada del ejército, las evacuaciones…
Como decía, fue una decisión errónea de los Estados Unidos, que se llevó a cabo incluso sin implicar a la comunidad internacional (ni siquiera en las supuestas “negociaciones de paz”), puesto que todo estaba ya planeado, los americanos tienen poder para hacer algo así, y Zalmay Khalilzad quiso hacerlo rápido para así darle más poder al terrorismo.
-¿Cuál es la situación de las mujeres afganas tras la entrada de los talibanes en Kabul? ¿Ha cambiado algo, respecto al gobierno talibán de hace veinte años?
-No, nada ha cambiado, están “quemando” el país; nosotros ya sabíamos cómo se comportan, cuál es su ideología, mataron gente incluso durante las negociaciones de paz, hubo un genocidio, forzaron migraciones (en particular de la gente que no pertenece a su tribu).
Nosotras, las mujeres activistas en aquel momento, nos pusimos en pie y dijimos a los Estados Unidos que estaban cometiendo un error, les preguntamos ¿Por qué estáis dejando a los afganos en manos de terroristas?
El caso es que estaba todo decidido desde 2001, cuando decían que su misión era eliminar el terrorismo de Afganistán, pero realmente no fue así, lo cierto es que los apoyaron. Del 2002 al 2021, las organizaciones internacionales los mantuvieron ahí en cierta manera, puesto que los medios estaban controlados por los talibanes y les daban buena prensa.
También “se lo montaron” muy bien con el cultivo de opio, extendieron este negocio por todo el mundo, además de aprovecharse de otros recursos naturales (como el argán) apreciados en el extranjero y de los contactos, de las “redes” legales creadas para estos otros negocios; se creó una “competencia”, tanto dentro como fuera del país, pero no por echar a los Talibanes, sino por liderar estos negocios.
-¿Te viste obligada a abandonar tu país debido a las amenazas que sobre ti y sobre tu familia profirió el nuevo régimen? ¿Cómo conseguiste salir de Afganistán?
-Salí de casa y allí, al lado del portal, había un hombre que empezó a insultarme mucho, con palabras muy fuertes, inaceptables para cualquier ser humano; al volver, este hombre seguía allí, y siguió insultándome usando palabras aún más fuertes si cabe.
Yo sabía que era un terrorista, que me estaba provocando para que yo reaccionase y así poder hacerme daño, por lo que no le presté atención, pero cuando estaba a punto de cruzar la calle se acercó a mí y me dijo “voy a llamar a los talibanes para que vengan y maten a todos los hombres de tu familia y violen a las mujeres”, le pregunté por qué y me contestó que por ser una activista con presencia en los medios.
Mi reacción fue decirle “yo soy la activista, mi familia no tiene nada que ver, yo soy la única responsable”, e inmediatamente empezó a pegarme, allí en la calle, me pegó tanto que me dejó todo el cuerpo ennegrecido a causa de los golpes, ni siquiera podía quitarme el abrigo cuando entré en casa.
Decidí enviar un mensaje al grupo de activistas que teníamos antes, amigas que estaban allí en Afganistán, para que quedase alguna evidencia de lo que acababan de hacerme, y vi que una periodista española había estado llamándome. Mandé el mensaje y estas amigas me contestaron que ya sabían que estas cosas estaban pasando, que no podían hacer nada, mientras tanto la periodista seguía llamando, así que decidí contestar.
En un primer momento me disculpé y le dije que no estaba en situación de completar la entrevista, era un momento muy duro, acababan de pegarme, me dolía todo el cuerpo, no podía contener las ganas de llorar, pero ella insistió (esto fue el 21 de agosto), me dijo “tienes que contarme lo que acaba de pasarte, los detalles, la respuesta de tus amigas”.
Le contesté que no había “respuesta”, que mis amigas decían que no podían hacer nada; entonces me preguntó “¿querrías salir del país?” y yo respondí “por supuesto que sí”; lo siguiente fue enviarle una foto de mi pasaporte, puesto que ella tenía conexión directa con el Ministerio de Defensa, que estaba elaborando una lista para los soldados españoles en Kabul.
A partir de aquí todo fue muy rápido, mi sobrino había estado escuchando la entrevista, ya que estaba en la casa, junto con mi hermana pequeña, entonces les dije “salid de la casa, tenéis que iros de aquí”; aunque fue difícil, conseguí sacar a toda la familia de la casa, les dije “si algo tiene que pasarme, que me pase sólo a mi, por favor, marcharos”.
Ese día por la tarde (hora afgana), la periodista volvió a llamarme, me dijo que tenía que salir de la casa, que una periodista chilena que también trabaja para “El País” estaba esperando para acompañarnos.
Yo no podía creer lo que estaba pasando, la ayuda que me estaban ofreciendo, recibí otras dos llamadas por la tarde, la otra periodista, con la que ya me había ido familiarizando a lo largo del día, me dijo “te estamos esperando, estoy con un hombre que va a acompañarnos”.
Entonces, sin ni siquiera despedirme de mi familia, llena de dolor, abandoné la casa y me dirigí al aeropuerto. Cuando llegué allí había muchísima gente abarrotando las puertas, mucho barullo, incluso golpes, de hecho me golpearon, por segunda vez en el día, pero finalmente subí al avión y abandoné el país.
Llegué a Madrid el 22 de agosto de 2021 y después me fui a Salamanca; durante las cinco primeras noches no pude dormir, me dolía la espalda, todo el cuerpo, sólo me di una ducha caliente, ni siquiera hablé con nadie; luego, en octubre, me marché a Barcelona porque se me concedió una beca allí.
-Hay noticias de que la violencia continúa en Afganistán, no solo la que ejercen los talibanes contra la oposición interna, sino también la derivada de grupos como Estado Islámico, contrarios al nuevo régimen. ¿Qué impacto está teniendo esta violencia sobre la población?
-Hay un grupo muy poco activo, que no está sufriendo la violencia, asentado en lugares tranquilos, que permite a la población vivir en paz, mientras que otros, como los talibanes en el Panshir, están matando incluso a niños de cinco años (en otros lugares no van a por los niños tan pequeños, pero sí a por los de doce años, que ya se oponen a ellos), por lo que la población se ve forzada a emigrar ¿Quién podría aceptar esta situación en silencio?.
Los grupos opositores están a la espera de alguien que les apoye con dinero para poder alzarse en contra del régimen, pero nadie lo hace, y ellos se ven obligados a defenderse de los ataques, defender a sus familias, sus tierras, sus propiedades… no se trata sólo de defender sus derechos, vienen a matarles, no pueden ser meros espectadores, tienen derecho a levantarse y luchar.
-Hemos visto alguna manifestación contraria al régimen talibán, pero ¿hasta qué punto estas manifestaciones son significativas, y qué consecuencias pueden traer a quién se atreva a manifestarse públicamente contra el gobierno de Kabul?
-Nosotras, las mujeres activistas, pedíamos comida, trabajo y libertad, que son las cosas que los talibanes nos “racionan”. No puedes tener acceso al trabajo, y por lo tanto a comida, si no tienes una educación, sin educación no tienes libertad, y a los talibanes no les gusta la libertad, así que empezamos por ahí, por el derecho a la educación de las mujeres.
Actualmente, las mujeres se están manifestando porque (de acuerdo con al calendario afgano) las escuelas deberían estar abiertas a partir del 23 de marzo y no fue así, las escuelas no abrieron, por lo que el 25 de marzo se iniciaron nuevas protestas en las que hubo arrestos.
Todavía no sabemos exactamente qué pasó con las mujeres arrestadas, ni siquiera con las niñas pequeñas, que también, cuando reclamamos nuestro igual derecho a la educación, son arrestadas y asesinadas. Por otra parte la gente los hombres están siendo forzados a ir a una escuela para terroristas, son “entrenados” como terroristas, en la “doctrina” de los talibanes.
La mayoría de la gente se ve obligada a aceptar esto en silencio, aún así hay activistas que intentan protestar, aunque sea a nivel individual, porque cuando lo hacen en grupo son encarceladas.
Olvidé el número exacto, pero estos días se publicó la foto de las personas supuestamente liberadas por los talibanes, tras ser arrestadas en las últimas protestas, aunque no sabemos nada más. Por lo que a mí respecta, creo que las arrestadas siguen en prisión, son demasiado peligrosas para los talibanes, ya que tienen contactos en organizaciones internacionales.
-Con respecto a los medios de comunicación, ¿hoy en día es posible informar desde Afganistán sin poner en peligro la vida?
-Por todo lo mencionado anteriormente queda claro, obviamente, es imposible.
-¿Cuál ha sido su experiencia como exiliada? ¿Se ha sentido apoyada por su país de acogida?
-Desde que llegué a Madrid el 21 de agosto hasta finales de septiembre de 2021 estuve en situación de asilo, luego me concedieron una beca y ahora tengo derecho a habitación y comida, más cien euros para mis gastos, esta es la situación.
FUENTE: Por María Seráns – Angelo Nero / Nueva Revolución