A Melike Yasar le gusta hablar de lucha. Pero no de lucha armada. Lo suyo y lo de millones de mujeres kurdas es más simbólico: quieren cambiar las sociedades patriarcales de Oriente Medio, que, amparadas en la religión, le dan un trato desigual a las mujeres. Melike Yasar vive en Argentina y recorre los países de América Latina explicando la historia de los kurdos, su pueblo, que ha sido víctima de terribles matanzas.
¿Quiénes son los kurdos?
El pueblo kurdo es el más grande del mundo sin Estado nación y sin reconocimiento. Es uno de los pueblos originarios de Oriente Medio y su territorio está dividido entre cuatro países: Irán, Irak, Siria y Turquía. Veinte millones de kurdos viven en el este de Turquía, nueve millones o más en Irán, entre siete y ocho al norte de Irak y en el norte de Siria viven otros cinco millones, más tres millones en Europa y en otras partes del mundo. Somos más de 45 millones de kurdos en todo el mundo.
Si es un pueblo tan grande, con cultura e idioma propios, ¿por qué no son reconocidos?
Tiene que ver con la historia. En 1639 se dividieron por primera vez los kurdos geográficamente entre el imperio persa y el otomano. Pero la segunda división, en 1923, fue más grave, porque fue ideológica: les prohibieron su lengua, su cultura, su religión, perdieron su existencia como pueblo.
¿Cuál es el territorio que reclaman los kurdos?
El Kurdistán, un lugar estratégico lleno de riquezas como petróleo y agua, y por eso hay tantos intereses en esta zona. Los kurdos se ubicaron históricamente en el corazón de Mesopotamia, entre los ríos Éufrates y Tigris. Ellos aportaron, al igual que otros pueblos originarios, a la humanidad. Pero esta zona es estratégica para rediseñar Oriente Medio, algo a lo que siempre se opuso el pueblo kurdo con gran resistencia. Esa oposición llevó a la muerte de 90.000 personas en 1938; en 1988 el ataque químico de Sadam Hussein contra los kurdos acabó con miles, y en Siria no existíamos siquiera… Pero los kurdos hoy no queremos hablar de territorio y de masacres contra nuestro pueblo, sino de los aportes que han hecho y siguen haciendo.
Como en la lucha contra el Estado Islámico… ¿Cómo fue eso?
Claro, esa fue una posibilidad de que los kurdos lucháramos unidos. En Kobane (Siria) los kurdos fueron claves para detener al Estado Islámico. Allí llegaron kurdos de Irán, Turquía, Irak y los que estaban en Siria para detener el avance de este grupo. Hoy algunos kurdos quieren un gobierno autónomo, otros un territorio, pero la idea es unirnos y decidir qué queremos.
¿Cuál fue el papel de las mujeres en esta lucha? ¿Se las veía peleando contra el EI?
Sí, son famosas las imágenes de mujeres kurdas luchando contra el Estado Islámico. Pero todo esto comenzó con el movimiento Partido de los Trabajadores del Kurdistán, en Turquía (PPK), que logró algo fundamental: la transformación social a favor de las mujeres, de su liberación. Eso ocurrió en el norte de Siria, en donde copiaron esa ideología. Y a la vanguardia están las mujeres.
¿Cómo fue la participación de la mujer en la guerra contra el EI?
Imaginen a las mujeres en un contexto árabe, en una sociedad patriarcal, en donde el islam tienen un peso muy grande. Las mujeres no existían, pero son ellas las que empuñaron las armas y lucharon. ¿Cómo lo lograron? Después del ataque de los miembros del EI contra el pueblo kurdo-yazidí en 2014, decidieron organizarse. Los yazidíes han sufrido 74 genocidios y el EI se llevó a más de 5.000 mujeres y niñas, a las que vendieron como esclavas sexuales o mataron. Entonces ellas fueron liberadas por las mujeres kurdas. Y no solo ahí, desde el principio de la lucha contra el Estado Islámico las mujeres tuvieron un papel importante, incluso en la Primavera Árabe, ellas fueron claves. Para nosotras la lucha contra el Estado Islámico era una lucha contra el patriarcado.
¿Cómo?
Las kurdas elegimos el tercer camino: decidimos que no estábamos ni con el régimen ni con la coalición contra el régimen. Creamos algo nuevo. Las mujeres tomamos un papel cuando se formaban las unidades para defender el territorio. Hicimos el trabajo dentro de la sociedad: así, casa por casa, formamos a las mujeres, transformamos a una sociedad patriarcal. Y así logramos llegar a una posición: hoy las mujeres kurdas tienen representación en cada institución que se forma. También tienen organizaciones propias, solo de mujeres. Nuestra gran arma no es el Kalashnikov sino la organización autónoma. Después de 40 años, las kurdas no solo luchan contra el Estado Islámico. Eso es el 10 %, la lucha armada. El 90 % es la lucha dentro de la sociedad para cambiar la mentalidad y ganar espacios. Un militante del Estado Islámico decía: “Si una mujer me mata, no voy al paraíso”. Somos el peligro del EI, no solo por ser kurdas, sino por esa mentalidad que tienen contra las mujeres. Derrotamos al peor enemigo del mundo, pero es hora de reconocer la causa kurda.
¿Cómo es la sociedad kurda con las mujeres?
Los hombres saben que un Kurdistán libre empieza con la liberación de la mujer. Esos aspectos ideológicos de las sociedad kurda influyó en la sociedad. Ahora las familias tratan diferente a sus hijos. Los kurdos tratan siempre de unirse donde quiera que se encuentren. Siempre están organizados, pero con lo de la lucha femenina se presentó un cambio. Hoy tienes mujeres en política, ellas tienen sus propias organizaciones. Por ejemplo, hay criterios que han cambiado: un hombre que se case con dos mujeres no puede participar en ninguna forma organizativa. Son costumbres heredadas de la religión, nos han dicho que el Islam (el Corán) dice que un hombre puede tener cuatro mujeres. Pero hoy si eso pasa no se acepta. La sociedad ya no acepta eso. O si un hombre es violento con una mujer es expulsado.
¿Siguen luchando contra el Estado Islámico?
Sí, al norte de Siria. Para nosotras la lucha contra ellos es la lucha contra el patriarcado, no creemos que ellos representen ni un Estado ni la religión islámica. Luchamos contra la mentalidad que discrimina a las mujeres.
Después de su importante papel en la lucha contra el Estado Islámico, ¿qué buscan los kurdos?
Los kurdos siempre han sido una carta importante de juego para las potencias mundiales. Pero esta vez no queremos ser la carta que juegan: nosotros derrotamos al Estado Islámico, queremos que ahora reconozcan la causa kurda. Podemos sentarnos con cualquier fuerza en la mesa que nos permita hablar sobre nosotros y nuestro Estado.
Se hablaba de la del Estado Islámico era una guerra religiosa, ¿cuál es la religión de los kurdos?
El origen de los kurdos es musulmán sunita, pero después de la política de islamización de la región, algunos kurdos tomaron el zoroastrismo; por ejemplo, los yazidíes siguen esta creencia, esto no es una religión. Lo que hace el zoroastrismo gira en torno de los elementos fundamentales para la vida y de una vida ética.
¿Cómo resultas siendo representante de los kurdos en América Latina?
Soy miembro del Congreso Nacional del Kurdistán (CNK), es un cargo de elección popular y estoy en la cuota de las mujeres, que ocupan el 50% de los cargos. Represento también a las mujeres kurdas en América Latina, que en realidad no son muchas en esta región. La participación de las mujeres en la política Kurda es muy clave ahora. El CNK se formó en el exilio, pero vincula a todos los sectores, y el objetivo es la unión entre los kurdos. Lo que queremos ver en América Latina es aprender del movimiento de las mujeres revolucionarias acá y de los procesos de paz y reconciliación. Queremos relacionarnos con organizaciones sociales y los Gobiernos para buscar un reconocimiento del pueblo kurdo. Intercambiar experiencias más allá de la solidaridad.
¿Algún estado en América Latina ha reconocido al pueblo kurdo?
No, por ahora, no. Han sacado comunicados de respaldo pero a nivel de organizaciones. El trabajo apenas empieza. No queremos sólo llorar para que se nos reconozca, hablando de las tragedias que hemos sufrido, tenemos un proyecto para organizarnos y queremos presentarlo. Eso es importante.
Fuente: El Espectador