Cuando comencé mi camino en la lucha, era una persona joven en busca de sentido, con una profundo sentimiento de responsabilidad. Mi primera comandante fue la Camarada Mizgîn. En ese entonces, era la comandante de la provincia de Mardin (Mêrdîn) y usaba el nombre de guerra Şîlan. Acababa de llegar de la zona donde estaba Abdullah Öcalan. Su conocimiento, disciplina y fuerte presencia dejaron una huella profunda en nosotros, los jóvenes guerrilleros. Conocerla marcó un punto de inflexión para mí, un tiempo de despertar, crecimiento y conciencia.
El día que dejé mi casa, mi madre me dijo: "No te digo que vayas, pero si lo haces, nunca regreses a esta casa".
No entendí el significado de sus palabras durante mucho tiempo. Las medité durante meses, pregunté a muchos camaradas, pero nadie pudo darme una respuesta, hasta que un día, la Camarada Mizgîn se volvió hacia mí y preguntó: "¿Sabes lo que quiso decir tu madre?"
No lo sabía. Pero ella, con una voz tranquila pero firme, me dijo: "Tu madre te estaba diciendo: 'Si eliges este camino, no lo traiciones. Sé honorable'". Esas palabras quedaron grabadas en mi corazón. Desde ese día, mi compromiso con la lucha ya no fue solo ideológico, se convirtió en una cuestión de conciencia y profunda responsabilidad emocional.
La Camarada Mizgîn no fue solo una comandante para mí. También fue una amiga, una maestra y una madre. Enseñaba con disciplina y cuidaba con compasión. Si hoy sigo en pie, es gracias a miles como Mizgîn, Gulçiya, Egîd y Mazlum. No solo nos enseñaron a luchar; nos transmitieron el legado de una vida digna.
La historia no solo registra victorias, sino también canciones. A veces, el dolor de los pueblos resuena en los versos de un poeta; otras, la esperanza toma forma en la voz de una cantante. Hozan Mizgîn fue una de esas voces. No fue solo una artista, sino la voz, el corazón y la pionera de la resistencia de un pueblo.
El 11 de mayo de 1992, otra estrella cayó a la tierra en uno de los caminos más duros de la lucha por la libertad. Hozan Mizgîn se volvió inmortal en la memoria de su pueblo no solo por las canciones que cantó, sino por la lucha que libró. Su voz traspasó todas las fronteras, llegó a las prisiones, a las montañas, a las plazas.
Sus canciones llevaban no solo dolor, sino también esperanza. Llevaban desafío, resistencia. No cantaba frente a un micrófono desde lejos; cantaba desde el corazón de la resistencia, moldeada por una conciencia forjada en el sufrimiento de su pueblo. Cada melodía era un llamado: un llamado a levantarse contra la opresión, un llamado a resistir la sumisión.
Era también una mujer. Una mujer kurda. En una época en que las voces eran silenciadas y las identidades borradas, eligió caminar la senda de mujer, artista, guerrillera y comandante, plenamente consciente del costo. Pero ese costo se convirtió en un amor eterno grabado en los corazones de su pueblo.
Hoy, en el aniversario de su martirio, la recordamos una vez más. Su voz sigue con nosotros, y su nombre aún se pronuncia junto a la lucha. Y como ella, innumerables camaradas siguen avanzando hoy con la misma convicción, por un mañana libre.
Su voz era como una cascada; su corazón, como una montaña... Y nosotros, que no hemos olvidado sus canciones, seguiremos luchando para que esta voz nunca se silencie.
Recuerdo a Hozan Mizgîn y a todos los mártires de la libertad con respeto, amor y añoranza.
¡Şehîd namirin!