Artsaj: crónica de una entrega anunciada…
Casi nada distinto podía haber pasado en Artsaj si uno analiza lo que vino sucediendo allí y en la región durante los últimos años.
Casi nada distinto podía haber pasado en Artsaj si uno analiza lo que vino sucediendo allí y en la región durante los últimos años.
Casi nada distinto podía haber pasado en Artsaj si uno analiza lo que vino sucediendo allí y en la región durante los últimos años, particularmente desde el fin de la guerra de los 44 días, el 9 de noviembre de 2020, y el inicio de la operación militar especial de Rusia en Ucrania en febrero de 2022.
El gobierno armenio liderado por Nikol Pashinian mantuvo, desde un primer momento, una política interna y externa de neto corte occidentalista, con todo lo que ello significa y con las consecuencias lógicas que trae para la vida cotidiana de la sociedad y para el desarrollo del Estado.
Y si en un primer momento -hasta antes de la guerra de 2020- los intentos antirrusos de Pashinian y sus seguidores eran tomados como una medición de fuerzas entre oficialistas y opositores, a partir de la derrota en la guerra de 44 días en Nagorno Karabaj, el gobierno de Ereván decidió convertirse en punta de lanza de la avanzada de Occidente en la región del Cáucaso y no dudó en decir y hacer todo lo que le dictaron desde Bruselas (Unión Europea y OTAN), Washington (Estados Unidos) y, en menor medida, desde Londres, Ankara y Tel Aviv.
El cese de fuego en Nagorno Karabaj -firmado el 9 de Noviembre de 2020- se logró luego del acuerdo alcanzado entre el primer ministro armenio y los presidentes de Azerbaiyán y Rusia. Allí se firmó una Declaración Tripartita con varios puntos que dejaban en claro que “Nagorno Karabaj era un territorio en disputa” y por ello era necesario que se establecieran allí fuerzas de paz rusas para garantizar la seguridad de la población armenia, el cuidado de la frontera entre Artsaj y Azerbaiyán, y el control de la ruta Stepanakert-Gorís, que une Artsaj con Armenia. Este acuerdo permitió que durante las primeras semanas ni bien finalizada la guerra, más de 80 mil armenios regresaran a sus hogares en Karabaj.
Todo indicaba que comenzaba allí una nueva etapa de tranquilidad para los habitantes de Artsaj y también para los de Armenia, quienes podrían comenzar a proyectar su futuro sin tener agresiones ni una nueva guerra a la vista. Pero no.
Lo que sí es cierto es que comenzó una nueva etapa pero tan conflictiva y trágica como la anterior. ¿Por qué? Porque el gobierno de Ereván decidió profundizar su sometimiento a los dictados de Occidente, cambió las reglas de juego acordadas con Rusia y Azerbaiyán en noviembre de 2020, e invitó a la región a otros actores (Occidente), que tanto daño vienen haciendo en distintos rincones del planeta.
Y no se conformó sólo con eso sino que conjuntamente con Azerbaiyán decidió jugar fuerte para quitarle protagonismo al rol general de Rusia en la región y también al de las fuerzas de paz establecidas en Artsaj.
Simplemente basta recorrer las noticias difundidas por distintos medios a lo largo de estos últimos años para comprobar cómo el camino recorrido (el elegido por las autoridades de Armenia) no podía tener otro desenlace que éste, aunque hoy como colectivo nacional pensemos que recibimos una bofetada inesperada.
Algunos de los pasos (mal) dados por el gobierno de Armenia en estos años de post-guerra fueron los siguientes:
-desconocer de a poco lo acordado con Putin y Aliyev en noviembre de 2020, y comenzar a buscar otros “mediadores”, que como quedó demostrado, simplemente profundizaron la crisis y la inseguridad de Armenia y Artsaj;
-recibir a los directores de la CIA y el MI6 británico, a los funcionarios de la OTAN y a varios altos militares de los países que lo integran, desafiando todas las normas de respeto y seguridad de sus aliados militares (los países miembros de la OTSC), de su socio estratégico (Rusia) y de su principal país amigo (Irán);
-llevar adelante una intensa y sistemática campaña de desprestigio de Rusia y del contingente de paz ruso emplazado en Karabaj, esto último, en coordinación manifiesta con el gobierno de Bakú;
-participar en la Cumbre Política Europea realizada en Praga en Octubre de 2022 y reunirse allí con Macrón, Aliyev y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, para finalmente anunciar el reconocimiento de la integridad territorial de Azerbaiyán, incluyendo Karabaj. También allí se reunió con Erdogán y habló del inicio de una nueva etapa en las relaciones entre Armenia y Turquía;
-negociar el acuerdo de paz con Azerbaiyán según los dictados de Occidente (a espaldas de Moscú y cuando ya existía un avance en tal sentido), con propuestas totalmente desfavorables para Armenia, como fue la imposición Occidental de “reconocer la integridad territorial de Azerbaiyán con Karabaj incluida”, lo que significó un cambio rotundo de las reglas de juego existentes a partir de la Declaración Tripartita del 9 de Noviembre de 2020, donde quedaba claro que “Karabaj era un territorio en disputa”;
-negar la presencia de una misión de observadores de sus aliados de la OTSC en la frontera con Azerbaiyán y aceptar a cambio la presencia allí de una misión de observadores de la Unión Europea, conformada por más de un centenares de gendarmes y policías alemanes, franceses y de otras nacionalidades;
-negar el territorio de Armenia para la realización de las maniobras militares “Hermandad 2023” de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que Armenia integra junto a Rusia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Tadjikistán. Los ejercicios finalmente se hicieron a principios de septiembre en Bielorrusia y Armenia tampoco envió a sus militares;
-realizar en Armenia prácticas militares conjuntas con los Estados Unidos, luego de negarse a realizar las mismas con sus aliados;
-visitar oficialmente Ucrania, en la persona de la “primera dama” Anna Akobian, quien no sólo mantuvo una reunión “fraternal” con el presidente ukronazi Volodimir Zelensky y su esposa, sino también llevó “ayuda humanitaria” para los niños y las niñas ucranianas: 1050 teléfonos móviles y tablets;
-tergiversar la realidad, ocultar la verdad y mentir durante la mayoría de las intervenciones públicas y las entrevistas con medios locales e internacionales. Estas son las herramientas básicas utilizadas por el primer ministro y otras autoridades del país, para provocar reiteradamente a su aliado estratégico (Rusia);
-prohibir la entrada al país de todos quienes en el exterior critiquen la política llevada adelante por el gobierno armenio. Fueron víctimas de esta decisión autoritaria no sólo algunos dirigentes y militantes armenios de distintas comunidades de la diáspora, sino también, entre otros, a la directora de RT y la Agencia de Noticias Sputnik, Margarita Simonian; al diputado ruso Konstantin Zatulin; al director de varios medios de comunicación rusos, Aram Gabrelyanov; y al diplomático ruso Viktor Krivopuskov, jefe de la Sociedad Rusa para la Amistad y la Cooperación con Armenia. Todos ellos, defensores de Artsaj, amigos sinceros del pueblo armenio y promotores del mantenimiento y fortalecimiento de las relaciones entre Armenia y Rusia.
Todo esto, y muchísimo más, fue sucediendo a lo largo de estos últimos casi tres años, por lo que lo que está pasando en Artsaj no debe sorprender a nadie. Sí nos puede doler, sí nos puede rebelar, pero no nos puede sorprender.
El gobierno de Armenia apostó a Occidente, pero no lo hizo preservando sus históricas relaciones fraternas -en todos los campos- con Rusia, sino que lo hizo desacreditando, manchando e intentando poner en ridículo a quien a lo largo de los siglos demostró ser el pueblo y el Estado más amigo de los armenios.
“Expulsar a Rusia de la región del Cáucaso”, como dicen y nos quieren imponer desde Occidente, resultará imposible, porque Rusia está en el Cáucaso, es parte de su geografía y es un pueblo originario de esas tierras. Por lo tanto, los intentos de Pashinian, Aliyev, Erdogan y Occidente colectivo serán en vano, y tal como sucedió entre fines de la década del 10 y principios de la década del 20 del siglo pasado, quienes sufrirán las consecuencias de esta nefasta decisión de los gobiernos locales serán los pueblos que habitan la región, todos ellos, víctimas de la ceguera política y las apetencias personales y sectoriales de sus dirigentes, aliados a las potencias opresoras y explotadoras occidentales.
La cuestión de las nacionalidades, un tema que los bolcheviques han estudiado y analizado en profundidad, intentando resolverlo, en parte, con la creación de la URSS y con una serie de medidas novedosas y contradictorias entre sí a lo largo de las siete décadas de socialismo, sigue siendo una de las principales causas al momento de analizar conflictos en los cinco continentes.
Las potencias imperiales, los intelectuales del capitalismo -en todos sus matices- y sus voceros actuales (los medios masivos de comunicación a escala local y global) no sólo no toman en cuenta este tema para analizarlo y buscar soluciones, sino que lo utilizan para azuzar enemistades y odios, generar guerras, ocupar y saquear países, acrecentar sus fortunas materiales y garantizarse el dominio del planeta.
En la actual situación planetaria, hablar y accionar en defensa de los derechos humanos, por la paz y la amistad entre los pueblos, es ponerse a la vanguardia de la lucha por un mundo nuevo.
Buscar la solución a los conflictos heredados desde los siglos pasados con las mismas recetas que ya fracasaron una y otra vez, seguirá trayendo muertes y destrucción, dolor y tragedias. Para que los pueblos logren en algún momento superar sus diferencias y curarse las heridas provocadas mutuamente, se debe preparar, educar y formar a las sucesivas generaciones para ello. Y no es justamente en el marco de un sistema que promueve el egoísmo, el consumismo y el materialismo como objetivo supremo, que podamos lograrlo.
En el caso puntual de Artsaj y su pueblo, según las últimas noticias mañana habrá una reunión entre las autoridades de Karabaj y el gobierno de Azerbaiyán, con la mediación rusa, para comenzar a discutir el futuro inmediato. La preocupación general es si los pobladores locales de Nagorno Karabaj, de mayoría armenia, podrán seguir viviendo en sus territorios ancestrales y desarrollándose allí en base a los valores que hacen a su identidad nacional y a sus tradiciones.
Lo que queda claro es que lo que está sucediendo en Artsaj no es para nada garantía de seguridad para Armenia, por más que Pashinian y sus laderos juren y perjuren a los cuatro vientos que “solucionado el conflicto de Karabaj, Armenia vivirá en paz y seguridad por siglos”. Sin dudar a equivocarnos, podemos decir que el panturquismo avanzó un casillero y ahora van por Siunik, el sur de Armenia…
Quizás mañana logremos comenzar a entender cómo será lo que viene. Aunque muchos ya lo estemos imaginando…
FUENTE: Adrián Lomlomdjian / Nor Sevan