“Azerbaiyán intenta imponer sus condiciones al gobierno de Armenia”

La semana pasada, se desató una nueva guerra en el mundo: Azerbaiyán lanzó masivos ataques militares contra Armenia. Luego de varios días de enfrentamiento, ahora rigen un tenso alto el fuego entre ambos países. Por Leandro Albani para La tinta

La semana pasada, se desató una nueva guerra en el mundo: Azerbaiyán lanzó masivos ataques militares contra Armenia. Luego de varios días de enfrentamiento, ahora rigen un tenso alto el fuego entre ambos países.

Por Leandro Albani para La tinta

“La guerra solo trae muerte, destrucción, dolor y trágicas consecuencias que duran décadas”, sintetiza Adrián Lomlomdjian, presidente de la Unión Cultural Armenia (UCA). De esta forma, se refiere a los ataques lanzados por Azerbaiyán en la noche del 12 de septiembre contra la frontera armenia.

El presidente azerí, Ilham Aliyev, sabe que cuenta con el respaldo de Turquía para continuar acrecentando las tensiones con Armenia. Por su parte, el mandatario armenio, Nikol Pashinián, sostiene a su gobierno entre las negociaciones con Rusia y Estados Unidos, pero, sobre todo, con el impacto del golpe recibido –y que todavía se siente con fuerza- durante la guerra en Artsaj (Nagorno Karabaj), en la que Azerbaiyán conquistó territorio y detuvo su avance por la mediación de Moscú.

Según reveló ayer el Consejo de Seguridad de Armenia, el país ya tiene 207 muertos y desaparecidos, incluidos tres civiles muertos, además de 293 uniformados y siete pobladores heridos. A su vez, el organismo estatal informó que 20 militares armenios fueron capturados. Desde el gobierno Pashinián, volvieron a reiterar que, durante la ofensiva militar azerí, se produjeron “casos de tortura, mutilación y, por lo tanto, asesinato ilegal de militares armenios capturados o asesinados por azerbaiyanos”. En total, indicó el Consejo de Seguridad de Armenia, Bakú atacó 36 asentamientos en territorio armenio. Por su parte, el gobierno de Aliyev reconoció que 79 de sus militares fueron abatidos.

En diálogo con La tinta, Lomlomdjian hace un repaso detallado de esta guerra relámpago, pero que tiene una carga histórica que se remonta a un siglo atrás y que ahora se mantiene latente debido al alto el fuego acordado la semana pasada. En las tensiones y enfrentamientos militares entre Bakú y Ereván, también se ven implicados Turquía, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea, en medio de la cruenta guerra entre Moscú y Kiev.

—¿Por qué Azerbaiyán comenzó estos nuevos ataques contra Armenia?

—Desde la firma del cese de fuego del 9 de noviembre de 2020, que puso fin a la guerra desatada el 27 de septiembre del mismo año por el ataque de Bakú sobre Artsaj (Karabaj), aunque hubo pequeños enfrentamientos y “escaramuzas” fronterizas, Azerbaiyán parece no haber quedado satisfecha con el daño causado y con la recuperación de sus territorios.

Recordemos que cuando se firmó el documento tripartito de cese de fuego entre Armenia, Azerbaiyán y Rusia, Azerbaiyán no solo había recuperado los territorios que rodean Artsaj -denominados cordón de seguridad por el pueblo armenio-, sino que logró apoderarse de 1.100 kilómetros cuadrados del histórico territorio de la región autónoma de Nagorno Karabaj, habitado mayoritariamente por armenios desde siempre.


Lo ha dicho públicamente Aliyev y también lo repiten otros funcionarios azerbaiyanos, e, incluso, el presidente turco Erdogan: Karabaj no existe. Pero la realidad es otra: Artsaj existe. Está golpeada, herida, pero sigue y, además, hoy hay un actor que, hasta antes de la última guerra, no estaba allí y son las fuerzas rusas de paz con unos 2.500 militares, que tienen a su cargo el control de la frontera entre Artsaj y Azerbaiyán.


Envalentonado por la victoria en la última guerra y sabiendo que cuenta con dos aliados militares poderosos, como Turquía e Israel, que además mantienen fuertes lazos y objetivos comunes con Occidente, Azerbaiyán intenta imponer sus condiciones al gobierno de Armenia, ya sea en lo referido al proceso de delimitación y demarcación de sus fronteras comunes como en la cuestión de Karabaj.

El gobierno de Ereván está encabezado por dirigentes formados políticamente a partir de 1991, muchos de ellos “surgidos” de ONG, partidos políticos o medios de comunicación financiados por los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, que tienen como objetivo separar a Armenia de Rusia y llevarla a los brazos de Occidente. Esto significa, literalmente, dejarla a merced de los intereses de Turquía y Azerbaiyán. Si aún no lo lograron, a pesar de que avanzaron mucho en sus planes, es porque la mayoría del pueblo armenio, a pesar de las críticas circunstanciales, sabe que es Rusia su tradicional y único aliado, y que sobre esas relaciones descansan los pilares de la seguridad de los armenios y de la existencia de Armenia y Artsaj.

Y a este “objetivo por cumplir”, que sigue pendiente para el gobierno de Aliyev, debemos agregar el denominado -por Turquía y Azerbaiyán- “corredor de Zanguezur”, que no es más que la decisión de arrebatarle a Armenia una porción importante de su territorio, su frontera directa con Irán, para unir directamente Turquía, Najichevan y Azerbaiyán, y reiniciar así la concreción del proyecto y sueño panturquista, que no pudieron hacer realidad los genocidas Jóvenes Turcos.

—¿Cómo se mueve Turquía en esta nueva guerra y en sus relaciones con Rusia y Estados Unidos?

Rusia, en su afán de desplazar a Occidente de la región, transformó en protagonista a Turquía, le dio lugar a la hora de resolver conflictos regionales y Erdogan, ni lerdo ni perezoso, utilizó la oportunidad para fortalecer la presencia diplomática turca a escala regional e internacional. Pero, principalmente, para ampliar militarmente su zona de influencia, invadiendo y ocupando países vecinos, y para relanzar el objetivo de cumplir el proyecto pantuquista, uniendo a todos los países y pueblos túrquicos desde Turquía hasta China, pasando por Rusia y otras ex repúblicas soviéticas.

—¿Los ataques de Azerbaiyán contra Armenia se relacionan con la actual guerra en Ucrania?

—Debemos puntualizar sobre la nueva fase en la ya tradicional política agresiva de Occidente (Estados Unidos, Unión Europea, OTAN) contra Rusia, desencadenada a partir de la decisión rusa de reconocer la independencia de las Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk, y de acudir en su ayuda militar, porque desde lo económico y humanitario ya lo hacía, para detener los ataques del gobierno fascista ucraniano de Zelensky.

Las principales potencias militares occidentales, con la ayuda de sus decenas de aliados, no pudieron aún quebrar a Rusia y, mucho menos, derrotarla, ni en el campo de batalla ni con las sanciones económicas, ni desde las relaciones internacionales a pesar de su dominio en los medios de comunicación masiva. Entonces, comenzaron a hablar de la necesidad de la apertura de un “segundo frente”. Hace meses, lo vienen intentando, azuzando conflictos y tensiones, ya sea en Artsaj como en Siria, Afganistán o entre las repúblicas ex soviéticas de Tayikistán y Kirguistán, todas regiones cercanas a Rusia.


Finalmente, parece ser que la intermediación turca dio sus frutos para que Azerbaiyán cumpliera con el objetivo occidental del “segundo frente” contra Rusia, incluso muy a su pesar, ya que Aliyev mantiene buenas relaciones con Vladimir Putin. Pero los compromisos con Occidente parece que se cumplen, ya que los intereses económicos dominan el mapa mundial y engrosan las cuentas bancarias de quienes, lamentablemente, deciden y están llevando al planeta hacia una nueva guerra de características continentales. La rápida llegada de Nancy Pelossi a Ereván pone en evidencia que esta agresión tenía otras motivaciones, más allá de las propias del régimen de Aliyev.


—Con la declaración del alto el fuego, ¿existe la posibilidad real de resolver el conflicto?

—El alto el fuego resulta fundamental para los y las armenias, no porque automáticamente traiga la solución definitiva de las controversias con los países vecinos, Azerbaiyán y Turquía, sino porque permite establecer condiciones que puedan garantizar la vida de un pueblo que tanto en Armenia como en Artsaj está sometido casi a diario a la agresión y la violencia de los Estados adversarios.

Armenia necesita la paz y eso lo entiende su aliada Rusia, que no interviene azuzando tensiones ni atacando, sino mediando, sentando a las partes y tratando de superar la crisis a través de negociaciones permanentes, que permitan avanzar en ciertas cuestiones controversiales. El tiempo permitirá sanar heridas, acercar posiciones, profundizar en las coincidencias e ir superando los desacuerdos.

Para que todo esto sea posible, es fundamental preparar a los pueblos para la paz. Lamentablemente, el mundo está dominado por grupos que hacen de la guerra su gran negocio. Precisamos gobiernos que los enfrenten, que pongan freno a la lógica impuesta por la globalización capitalista y comiencen a transitar por el camino de la paz y la confraternidad entre los pueblos, incluso al momento de tener que superar diferendos y cuestiones controversiales entre ellos. Es difícil la situación para Armenia, pero se debe insistir por el camino de la paz. La guerra solo trae muerte, destrucción, dolor y trágicas consecuencias que duran décadas.

—¿Qué opinás de las posiciones de Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea ante esta nueva escalada militar?

Rusia es la aliada estratégica de Armenia. A su vez, tiene acuerdos de todo tipo -incluso militar- con Azerbaiyán. La Unión Europea mantiene una presencia activa en la región a través de distintos proyectos para incorporar a las ex repúblicas soviéticas y de Europa Oriental a sus estructuras continentales. Mientras, Estados Unidos intenta, como siempre, sumar “amigos circunstanciales” según lo mande la coyuntura, a la vez que mantiene las “relaciones de trabajo” con sus aliados regionales: Turquía e Israel.

En este contexto, todo indica que esta última agresión azerbaiyana sobre territorio soberano de la República de Armenia le vino como anillo al dedo a Estados Unidos. ¿Por qué sostenemos esto? Porque Rusia es parte de la región, está allí y es un actor principal a la hora de resolver estos conflictos. La Unión Europea supo hacerse un lugar y logró quitarle algo de protagonismo a Rusia, compartiendo parte de las negociaciones. En cambio, Estados Unidos está más ocupado en proteger a los nazis ucranianos y agredir a Rusia. Y este último ataque azerbaiyano le da la posibilidad de abrir un segundo frente contra Rusia y, al mismo tiempo, sentar presencia en la región. Por eso, la rápida llegada a Ereván de la presidenta del Congreso estadounidense, Nancy Pelossi, que incluso condenó a Azerbaiyán y le prometió ayuda militar a Armenia. Esto y decir “estamos dispuestos a que siga la guerra” es lo mismo.

—¿En qué posición se encuentra el gobierno armenio tras los ataques azerbaiyanos y las protestas que se produjeron en Ereván? 

—A pesar de los ataques externos y la profunda crisis política interna, el gobierno del primer ministro Nikol Pashinián sigue firme. Por un lado, mantiene la confianza de un importante sector de la sociedad, de los militares y del Poder Judicial. Por el otro, cuenta aún con el apoyo de Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos. Y no es que las potencias no tengan diferencias o desencuentros con las autoridades de Armenia, particularmente Rusia, sino porque priorizan la estabilidad interna del país en este momento crucial. Fue este gobierno quien fue a la guerra, la perdió, firmó los acuerdos y lleva adelante las negociaciones con Azerbaiyán. Por todo eso, la administración Pashinián se mantiene.

*Por Leandro Albani para La tinta / Foto de portada: A/D.