Cerezas, avellanas y aceite de oliva, así como muchos otros productos agrícolas procedentes de Turquía o del Kurdistán Norte y de las zonas ocupadas del Norte y el Este de Siria, están en las estanterías de los supermercados alemanes.
Mientras que la agricultura en las zonas ocupadas del Norte y el Este de Siria se basa en el saqueo colonial por parte de la ocupación turca y sus grupos mercenarios, la agricultura a gran escala en Turquía y el Kurdistán Norte o “Bakur”, en kurdo, también se basa en la explotación brutal. Las mujeres, en particular, trabajan como temporeras para mantener a flote a sus familias.
Según una investigación de la agencia de noticias Mezopotamya (MA), las mujeres de Gevaş (Westan), en la provincia de Van (Wan), reciben apenas 600 liras turcas (TL) al día –algo menos de 16 euros– por una jornada laboral de 12 horas a temperaturas superiores a 35 grados. Trabajan sin protección alguna de 6 de la mañana a 6 de la tarde.
Además, a las mujeres se les niega incluso el pago de este salario de hambre, mientras que los precios de los alimentos en Turquía y el Kurdistán Norte han alcanzado niveles europeos. Las mujeres afirman que los salarios ni siquiera alcanzan para cubrir sus necesidades básicas. Debido a las condiciones de vida en el Kurdistán Norte, las mujeres se ven obligadas a trabajar en los campos y plantaciones de los grandes terratenientes.
Los precios suben cada día.
Komru Komi, una de las trabajadoras, declaró a MA: «Somos una familia de siete miembros. Trabajo con mi marido. Todos mis hijos van a la escuela y tenemos muchos gastos. Tengo que trabajar para pagar la papelería y la ropa. Empezamos a trabajar a las 6 de la mañana y nos vamos a las 6 de la tarde. El salario diario que recibimos es de 600 TL, que no alcanza para nada. Los precios suben cada día. No hay otro trabajo en Van. La gente emigra. Queremos que se abran fábricas y talleres textiles para que nuestros jóvenes no tengan que emigrar. Queremos que nuestros jóvenes puedan quedarse en su tierra».
No tenemos otra opción.
Belkiza Tiniç trabaja doce horas al día para mantener a su familia. Subraya que es casi imposible llegar a fin de mes, pero que no tiene otra opción: «Mi marido trabaja en la construcción y su salario no es suficiente para mantener a la familia. No hay oportunidades laborales en Van. Intentamos ganarnos la vida con lo que conseguimos aquí. Mi marido no quiere que trabaje así, pero no tenemos otra opción. ¿Cómo podemos ganarnos la vida con lo que él gana en la obra? Toda nuestra lucha es traer algo a casa».
Ninguno de nosotros puede comprar lo que le gustaría.
Otra mujer que trabaja en el campo para pagar los gastos escolares de sus hijos, pero que no quiso dar su nombre, dijo: «Tengo que trabajar para enviar a mis hijos a la escuela. Los salarios son demasiado bajos para el trabajo que hacemos, pero no podemos hacer nada. El estado de la economía está bajo los ojos de todos, y ya no se puede comprar nada. Ninguno de nosotros puede comprar lo que le gustaría. Si vamos a la carnicería con el dinero que nos dan, no podemos comprar ni dos kilos de carne».