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La democracia en una encrucijada: el Estado persa-céntrico y el lema Jin, Jiyan, Azadi

Azad Hajiaghaei, doctor en Filosofía Política por la Universidad de Teherán e investigador postdoctoral en la Universidad Jagellónica de Cracovia, analiza el impacto de las protestas “Jin, Jiyan, Azadi”.

REVOLUCIÓN DE LAS MUJERES

Hace dos años, cuando las kurdas del Kurdistán iraní (Rojhilat) enarbolaron el lema “Jin, Jiyan, Azadi” (Mujer, Vida, Libertad) en el funeral de Jina Amini en el cementerio Aichi, en Saqqez, pocos podrían haber previsto que este grito de guerra –y la lucha duradera del pueblo kurdo, en particular de las mujeres kurdas, en Rojhilat e Irán– se convertiría en una base poderosa para el cambio en todo el país. Sin embargo, la falta de atención de los demócratas iraníes e incluso de las mujeres activistas a la búsqueda kurda de la democracia, ha sido igualmente sorprendente.

Las consecuencias de este movimiento generalizado siguen resonando en todo Irán y en el Kurdistán iraní. Si bien los primeros meses del levantamiento forjaron un consenso frágil entre las fuerzas pro-democráticas que luchaban por la democracia en Irán, los acontecimientos posteriores revelaron la persistencia de la mentalidad hegemónica arraigada en el centralismo. Esta mentalidad, inherente a las ideologías centralistas y religiosas del Estado, sigue distorsionando y cooptando el lema “Jin, Jiyan, Azadi”, obstaculizando así cualquier transformación sustancial.

Permítanme ilustrar esto con algunos episodios clave.

Episodio uno

En el invierno de 2003, la Doctora Homa Darabi, una de las principales psiquiatras de Irán y profesora universitaria, organizó una poderosa protesta en la plaza Tajrish, en Teherán. Se quitó el pañuelo de la cabeza, se abrió paso entre la multitud y cantó: “Viva Irán, viva la libertad, muerte al dictador”. Luego se echó gasolina sobre las piernas, encendió una cerilla y permaneció inmóvil, soportando el dolor mientras era envuelta en llamas. Durante minutos, permaneció allí, ligeramente inclinada hacia adelante, con lágrimas corriendo por su rostro hasta que sucumbió a las llamas frente a las masas adoctrinadas por la ideología islámica. Darabi, desilusionada por la revolución que llevó a los mulás al poder, prefirió la muerte a la imposición forzosa del velo.

Episodio dos

El 17 de marzo de 2017 surgió en las redes sociales la campaña “Miércoles Blancos”, lanzada por Masih Alinejad, ex reformista y reportera parlamentaria de Irán, para protestar contra el hiyab obligatorio. Más de 200 videos de mujeres sin hiyab, filmados en Teherán y otras grandes ciudades iraníes, se volvieron virales rápidamente. Un video en particular captó la atención internacional, lo que desencadenó una campaña masiva dentro de la esfera pública virtual de Irán para resistir las medidas opresivas del régimen islámico contra las mujeres.

El 27 de diciembre de 2017, una mujer llamada Vida Movahed realizó una protesta simbólica en la calle Enghelab, en el centro de Teherán, cerca de una conocida panadería francesa. Vestida con un sencillo traje oscuro, colocó un pañuelo blanco sobre un palo de madera, se paró en una plataforma y, con un comportamiento sereno y digno, permaneció allí en silencio durante varios minutos antes de desaparecer entre la multitud. Las masas, aturdidas por la ideología religiosa y la vida cotidiana, ignoraron en gran medida su protesta y no se registraron imágenes claras de su rostro. Pronto fue arrestada y se convirtió en el rostro del movimiento “Chicas de la calle de la revolución”. El fiscal de Teherán, Abbas Jafari Dolatabadi, condenó a Vida Movahed a dos años de prisión, acusándola de “difundir la corrupción”.

Episodio tres

La noche del 16 de septiembre de 2022 se conoció la noticia de la posible muerte de una mujer kurda, Jina Amini, en un hospital de Teherán. Mientras la entrada del Hospital de Kasra se llenaba de una tensa presencia de seguridad y protestas esporádicas, el funeral de Amini, al día siguiente en el cementerio Aichi de Saqez, se convirtió en uno de los eventos más conmovedores, resonando con los cánticos de “La resistencia es vida”, “Jin, Jiyan, Azadi” y “Muerte al dictador”. Las masas se mantuvieron firmes e impidieron que un clérigo recitara un panegírico y rezara. Estallaron manifestaciones en Saqqez, lo que desencadenó enfrentamientos con las fuerzas del régimen. El movimiento se extendió rápidamente a la Universidad de Teherán, donde las estudiantes corearon “Jin, Jiyan, Azadi”.

Episodio cuatro

El 2 de noviembre de 2024, aproximadamente al mismo tiempo que Jina Modares Gorci, una activista kurda de Sanandaj (Sine), fue escoltada a prisión en esa ciudad para cumplir su sentencia junto con numerosos activistas civiles kurdos, una estudiante de la Universidad Islámica Azad, llamada Ahoo Dariyaie, desafiando las restricciones excesivas de seguridad de la universidad, se quitó la ropa, expresando su frustración.

Las imágenes que circulaban en los medios mostraban a la mujer siendo detenida por las fuerzas de seguridad en medio de la indiferencia de los estudiantes y los transeúntes. A pesar de la importancia del encarcelamiento de Modares y la posterior huelga de hambre de 20 días de Warisheh Moradi para protestar contra el uso de la pena de muerte en Irán, estos eventos no recibieron cobertura de los medios de comunicación dominantes; en cambio, fueron recibidos con un silencio deliberado.

Género y dinámicas centradas en el Estado

El levantamiento “Jin, Jiyan, Azadi” es uno de los desafíos más radicales que la República Islámica de Irán ha enfrentado en su mandato. Este levantamiento no sólo ha cuestionado la autoridad del Estado, sino que también ha planteado desafíos importantes a la mentalidad centrada en el Estado y a la identidad religiosa persa-chiita; ha puesto de relieve al “movimiento kurdo” y a la “cuestión kurda” como un “Gran Otro” en el discurso político dominante elaborado por las facciones centralistas. Desde este levantamiento, el espíritu de libertad encapsulado por “Jin, Jiyan, Azadi” ha cobrado mayor influencia, y la esfera pública virtual de Irán da testimonio de su resonancia.

Tras el levantamiento de septiembre de 2022, este lema ganó fuerza inicialmente incluso entre los centralistas. Sin embargo, en dos semanas, surgieron amplios esfuerzos para distorsionarlo, reformulándolo como “Hombre, Patria, Prosperidad” (“Mard, Meyhan Abadani”). Cuando esto fracasó, las facciones dentro de la oposición persa, desde la izquierda hasta la derecha, se dieron cuenta de los desafíos que este lema podía plantear a las opiniones del Estado centralizado en un Irán post-República Islámica.

Algunos, en particular los monárquicos, intentaron replantear sus orígenes, vinculándolo a la Revolución Blanca de Irán de 1963. A fines de 2022, en el punto álgido del levantamiento, los debates sobre si referirse a ella como “Jina” o “Mahsa” dominaron los conflictos verbales en la esfera pública virtual, que continúan hasta el día de hoy.

Por ejemplo, Masih Alinejad, quien lideró una de las campañas más impactantes de Irán contra el hiyab obligatorio, insistió en usar “Mahsa” al referirse al trágico asesinato de Jina Amini. Sin embargo, tras la publicación de la imágen de Ahoo Dariyaie, escribió: “Su nombre oficial es Mahla, pero sus amigos y allegados la llaman Ahoo, a petición suya”.

Sin duda, las mujeres en Irán siguen sufriendo una discriminación sistémica en un marco profundamente religioso y patriarcal. Como observa Niki Kadi, el hiyab sigue siendo una herramienta crucial del control social de la República Islámica, y las mujeres de los grupos étnicos kurdos y de otros grupos enfrentan restricciones similares.

Sin embargo, las activistas políticas civiles —e incluso algunas mujeres centristas— suelen reforzar las normas patriarcales en la política al adherirse a enfoques conservadores y patriarcales. Si bien en los estudios feministas se reconocen las perspectivas interseccionales, estas activistas a menudo eluden las teorías geopolíticas feministas y pasan por alto las dimensiones étnicas y de género únicas que representan las kurdas como las creadoras del lema “Jin, Jiyan, Azadi”.

En los últimos años, como mi investigación se ha centrado en la resistencia de las mujeres kurdas en Rohjilat, he realizado numerosas entrevistas con activistas kurdas.

Estas conversaciones, que abarcan tanto Irán como la diáspora, revelan que incluso durante el período reformista (1997-2005), las mujeres kurdas a menudo se enfrentaron a la marginación de las activistas centristas, que con frecuencia las acusaban de separatismo.

Las divisiones ideológicas y perceptivas entre las mujeres kurdas y las centristas de Teherán socavaron regularmente la solidaridad potencial. Una entrevistada recordó un evento del Día Internacional de la Mujer en Teherán en el que se permitió a las mujeres kurdas participar sólo con la condición de que se identificaran exclusivamente como “iraníes”, borrando de hecho su identidad kurda. Otra entrevistada contó que cuando las activistas kurdas de Teherán intentaron hacer campaña contra la pena de muerte, las activistas centristas consideraron que esta demanda era demasiado radical y, en cambio, presionaron por objetivos más moderados que se alinearan con su propia visión del movimiento de mujeres.

Basándome en mi experiencia vivida en Irán y en observaciones dentro de la esfera pública, existe un esfuerzo concertado para defender ideas profundamente arraigadas, como la integridad territorial de Irán, la identidad iraní, la unidad nacional y una identidad persa-chiita cohesiva. Muchos centristas, incluidas numerosas activistas mujeres, se esfuerzan por perpetuar estos principios por todos los medios disponibles.

Los intentos constantes de distorsionar y apropiarse del lema “Jin, Jiyan, Azadi”, los debates en torno al nombre “Jina” como metáfora, la indiferencia de las activistas centralistas hacia la huelga de hambre de Warisheh Moradi y el encarcelamiento de la activista kurda Jina Modares son ejemplos fundamentales. Estos casos subrayan los sesgos ideológicos persistentes de una perspectiva centrada en el Estado, dominada por los persas y orientada a los chiítas en Irán.

Teniendo en cuenta las posiciones políticas de la oposición tanto de izquierda como de derecha en Irán, tras el ascenso del levantamiento “Jin, Jiyan, Azadi”, sostengo que la mentalidad predominante entre los iraníes sigue siendo profundamente centralizada y orientada al Estado, marginando a otras naciones, incluidos los kurdos, baluches, árabes, azeríes y otros.

Además, la esencia radical del lema “Jin, Jiyan, Azadi” a menudo elude su comprensión, tal vez porque su mensaje fundamental desafía directamente el núcleo de sus puntos de vista. En consecuencia, existe una tendencia a distorsionar o cooptar el lema para servir a sus propios intereses.

FUENTE: Azad Hajiaghaei ( Doctor en Filosofía Política por la Universidad de Teherán. Investigador postdoctoral en la Universidad Jagellónica de Cracovia, Polonia) / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina