En los últimos años, Turquía ha estado librando guerras tanto en Siria como en Irak. Las guerras continúan en zonas que, según el Pacto Nacional, debían pasar a formar parte de Turquía. En Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdoğan repite una y otra vez que logrará lo que Atatürk no consiguió. Tiene que hacer realidad el Pacto Nacional, y eso significa desplazar las fronteras estatales.
Antes de permitir que los Jefes de Estado conmemoren un siglo desde que los vencedores de la Primera Guerra Mundial concluyeron una serie de acuerdos de paz, debemos examinar el contenido y las implicaciones de estos acuerdos.
En Asia Occidental, las potencias imperialistas dominantes, Inglaterra y Francia, tenían un objetivo principal tras la guerra. Junto con sus aliados, Italia, Grecia y Rusia, pretendían aplastar al Imperio Otomano. La superpotencia de 600 años que había dominado esta parte del mundo, debía desaparecer del mapa. Luego debían dividir las tierras en regiones bajo influencia y control inglés y francés. Esto ya se había acordado en 1916, cuando el secreto Acuerdo Sykes-Picot estableció este objetivo de la guerra. El acuerdo se mantuvo en secreto, hasta que el Partido Bolchevique, en Rusia, aplastó al régimen zarista en la Revolución de Octubre de 1917. El nuevo régimen revolucionario abrió los archivos zaristas y publicó el Acuerdo Sykes-Picot.
Al finalizar la guerra, hubo muchas conferencias de “paz”. La penúltima se celebró en 1920, en Sèvres, un barrio de París. El tema de las negociaciones era sencillo: ¿cómo deberíamos repartirnos entre nosotros, vencedores de la guerra, Anatolia y la parte europea del Imperio Otomano? El territorio en cuestión constituye la mayor parte del que hoy forma el Estado de Turquía.
Geográfica y políticamente, los negociadores de Sèvres crearon un “mosaico” que resultó imposible de aplicar. El Acuerdo de Sèvres dividió la multicultural Anatolia con fronteras artificiales. Los vencedores de la guerra debían tomar cada uno su parte, como se muestra en el mapa.
Una delegación de Constantinopla (Estambul) representaba al Imperio Otomano y a su derrotado Sultán. Todos sabían que el tiempo del Sultán había terminado y que las firmas de su delegación no iban a tener ninguna importancia política. En el mapa trazado en Sèvres se inscribió un Estado turco planificado, que constituía una pequeña zona sin litoral hacia el Mediterráneo.
El Acuerdo de Sèvres fue, esencialmente, un acuerdo en el que las potencias imperialistas europeas se repartieron Anatolia en función de sus propios intereses, del mismo modo que ya se habían repartido los territorios otomanos restantes que hoy constituyen Siria, Irak, Líbano, Jordania e Israel/Palestina. Nadie debería suponer que se preocupaban por los intereses de los pueblos.
Un rayo de esperanza para Armenia y Kurdistán
No obstante, el Acuerdo de Sèvres ofrecía un rayo de esperanza para Armenia y Kurdistán. El acuerdo reconocía el nuevo Estado de Armenia. Esto ocurrió siete años después del genocidio de los armenios por los turcos. Unos meses más tarde, las fuerzas militares soviéticas se trasladaron a Ereván, la capital de Armenia, y Armenia se convirtió en una república soviética hasta la disolución de la Unión Soviética, en 1991.
Tres artículos del Acuerdo de Sèvres (artículos 62, 63 y 64) mencionan a Kurdistán. Son formulaciones muy vagas, sin límites claros y con muchas reservas. El Kurdistán que describe el acuerdo sólo abarca una pequeña parte de la zona donde los kurdos eran y siguen siendo la mayoría de la población. No debe ocurrir nada hasta que “el presente tratado entre en vigor” (artículo 64), y el acuerdo de Sèvres nunca entró en vigor.
No obstante, el artículo 64 del acuerdo utilizaba la expresión “dicho Estado kurdo independiente”. Desde entonces, muchos han afirmado con razón que Inglaterra, Francia e Italia se comprometieron a apoyar la creación de un Estado kurdo independiente. Se trataba de un doble juego político, uno de tantos. Tanto después de la guerra como a lo largo de la historia más reciente, los líderes de las grandes potencias han utilizado palabras bonitas pero no comprometidas para dar la impresión de que apoyan la lucha de liberación de los pueblos oprimidos.
El Pacto Nacional y el General Mustafa Kemal
Mustafa Kemal era un general famoso y muy hábil del Imperio Otomano. En 1919 desertó del ejército otomano e inició negociaciones con los líderes de los clanes kurdos. En estas reuniones se discutió el futuro del Imperio Otomano y cómo podría defenderse el sistema político de las amenazas no musulmanas.
Tras largas negociaciones, se adoptó el Pacto Nacional (Misak-ı Millî) en la Conferencia de Sêwas, en septiembre de 1919. Se trataba de una plataforma de base religiosa, destinada a defender el Califato y el régimen otomano contra los conquistadores infieles.
Antes de la decisión, Mustafa Kemal pronunció un encendido discurso, afirmando: “Mientras haya gente con honor y respeto, turcos y kurdos seguirán viviendo juntos como hermanos en torno a la institución del Califato, y se levantará una inquebrantable torre de hierro contra los enemigos externos e internos”.
En aquella época había muchas organizaciones locales de defensa. En una conferencia se decidió reunirlas todas en la Asociación para la Defensa de los Derechos de Anatolia y Rumelia -Rumelia era el término que los otomanos daban a la parte europea del Imperio Otomano-.
El Pacto Nacional exigía la preservación de las fronteras del Imperio Otomano, con la excepción de los territorios árabes perdidos durante la Primera Guerra Mundial. El general Mustafa Kemal fue elegido comandante en jefe de las fuerzas musulmanas en la lucha contra los armenios no musulmanes, los griegos y varios otros. En aquel momento se produjo una amplia movilización para una guerra defensiva contra las potencias imperialistas y sus aliados.
Ni los turcos, ni los kurdos, ni otras nacionalidades, se mencionan en el Pacto Nacional. Pero el pacto determinó las fronteras del nuevo Estado, como se muestra en el siguiente mapa. El pacto nacional incluye, entre otras cosas, las partes septentrionales de las actuales Siria e Irak.
Durante los años siguientes, mientras duró la Guerra de la Independencia, Mustafa Kemal defendió esta plataforma religiosa. Aunque a muchos les sorprenda, el fundador del moderno Estado turco prometió a los kurdos autonomía en las zonas donde eran mayoría.
El luchador por la libertad indio Jawaharlal Nehru (1889 – 1964) fue uno de los muchos que en su momento se fijaron en Mustafa Kemal como modelo para los antiimperialistas. Tras la liberación del dominio colonial británico, Nehru se convirtió en el primer Primer Ministro de la India.
El propio Mustafa Kemal no pronunció una sola palabra que sugiriera que su verdadero objetivo era algo completamente distinto de lo acordado en el Pacto Nacional: tras la victoria en la Guerra de la Independencia, aboliría el califato musulmán y establecería un Estado laico y supernacionalista que sería sólo para los turcos.
Pocos años después de la creación del Estado de Turquía, Mustafá Kemal adoptó el nombre de Atatürk. Significa “el padre de todos los turcos”. Para entonces, los soldados de Atatürk habían derrotado y matado a miles de luchadores kurdos por la libertad.
Los intereses de gran potencia de Inglaterra y Francia
Han pasado casi 100 años desde que los vencedores de la Primera Guerra Mundial se reunieron de nuevo con algunos de los vencidos. Se reunieron en Lausana, en la neutral Suiza. Para entonces, Atatürk había ganado la Guerra de la Independencia y el Acuerdo de Sèvres estaba políticamente muerto.
El objetivo regional de Inglaterra y Francia en la Guerra Mundial había sido aplastar al Imperio Otomano y establecer colonias francesas y británicas. Este objetivo estaba fijado. Pero la victoria de Mustafa Kemal en la Guerra de la Independencia puso un palo en las ruedas. Ahora las potencias coloniales tenían que sacar lo mejor de la nueva situación. Inglaterra y Francia estaban de acuerdo en que los pueblos de la región no debían recibir nada, pero por lo demás coincidían. La Guerra Mundial fue una guerra imperialista. Kurdos, árabes, turcos, palestinos y muchos otros se habían defendido, y la mayoría había perdido.
Mustafa Kemal obtuvo importantes victorias políticas en Lausana. Las Grandes Potencias renunciaron a sus planes de dividir Anatolia en ocho partes. Obtuvo la aprobación para que el nuevo Estado de Turquía, que aún no se había creado, abarcara prácticamente toda Anatolia. Ni Kurdistán ni Armenia fueron mencionados en absoluto.
Pero Inglaterra y Francia dijeron no a las fronteras del nuevo Estado descritas en el Pacto Nacional. Las grandes potencias seguían siendo imperialistas y no querían renunciar a las zonas ricas en petróleo y gas del norte de Irak y el norte de Siria.
Por lo tanto, la delegación turca que viajó a Ankara tuvo que informar tanto de la victoria como de la derrota. Para Kurdistán y los kurdos, a los que ni siquiera se había permitido participar en las negociaciones, sólo fue una pérdida.
Un acuerdo de paz que “puso fin a la paz”
El mariscal de campo inglés Archibald Wavell sirvió en el frente palestino durante la Guerra Mundial. Más tarde se convirtió en Virrey de la India. Ya en 1920, caracterizó las negociaciones de paz diciendo: “Después de la ‘guerra para acabar con la guerra’, parece que en París han tenido bastante éxito en hacer la ‘paz para acabar con la paz’”.
El mariscal de campo tenía razón. En los últimos 100 años, no ha habido un solo año sin guerra en uno o más de los países que se crearon tras la pulverización del Imperio Otomano.
En los últimos años, Turquía ha estado librando guerras tanto en Siria como en Irak. Las guerras continúan en zonas que, según el Pacto Nacional, debían formar parte de Turquía. En Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan repite una y otra vez que logrará lo que Atatürk no consiguió. Debe hacer realidad el Pacto Nacional, y eso significa mover las fronteras estatales. El (ex) ministro turco del Interior, Süleyman Soylu, lo expresó así cuando visitó a las fuerzas de ocupación turcas estacionadas en Irak, en abril de 2021: “Nuestro objetivo aquí es el mismo que en Siria. Hemos venido para quedarnos en Irak”.
Erdogan seguramente intentará hacer del 24 de julio de 2023 un día de campaña para las guerras que él y el segundo ejército más grande de la OTAN están librando en Siria e Irak. Yo, por mi parte, espero que fracase, y que Lausana 2023 sea en cambio un día de protesta y celebración, un paso hacia un futuro en el que los kurdos y los demás pueblos de Oriente Medio alcancen la libertad y la igualdad de derechos humanos, lingüísticos, culturales y democráticos.
Es de esperar que Lausana 2023 marque un paso hacia esta reivindicación. Pero para empezar a avanzar hacia este objetivo, será necesario hacer retroceder a las fuerzas de ocupación de la OTAN actualmente estacionadas en Irak y Siria.
FUENTE: Erling Folkvord / Medya News / Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid