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Rojava: ¿nace una nueva Siria?

En el Kurdistán sirio (Rojava) miles de personas festejan la caída del régimen de Bashar al Asad. ¿Festejan que un grupo como Tahrir Al Sham (HTS) haya tomado el poder en Damasco?.

Caída de Assad

Quienes conocen la historia de lucha y resistencia de los pueblos del norte y este de Siria, encabezados por los kurdos, saben muy bien lo lejos que están del pensamiento de HTS o de facciones similares, como el Ejército Nacional Sirio (ENS) -respaldado por Turquía-.

Quienes festejan la caída de Asad son los que resistieron durante décadas la opresión, la negación de sus identidades, la cárcel y la tortura, la pobreza planificada por parte del régimen del partido Baath. Quienes festejan son las compañeras, los hermanos, madres y esposas, nietos y nietas de los 15 mil mártires que enfrentaron a ISIS y lo derrotaron en 2019. Esos mártires eran kurdos, árabes, asirios, armenios, turcomanos, musulmanes, cristianos y yazidíes.

Para la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria, surgida de las raíces de la revolución de #Rojava, el desafío es grande: por un lado, Turquía quiere destruir ese proyecto basado en la defensa de los derechos de las mujeres, la ecología, la organización comunal y la convivencia entre nacionalidades; por otro, se vienen días de más guerra, porque en el noreste sirio los pueblos -a través de sus expresiones armadas, como las Fuerzas Democráticas Sirias-, van a defender el territorio liberado desde 2012. El territorio donde por primera vez en su historia pudieron convivir y definir su propio futuro. La amenaza, por supuesto, está latente: el Estado turco ya moviliza a los mercenarios del ENS atacando la ciudad de Manbij, con el objetivo de ocuparla ilegalmente; los antecedentes de HTS son las antítesis de lo que proponen los pueblos del noreste de Siria.

Los días por venir serán definitorios para el proyecto impulsado por los kurdos, ese proyecto inédito para Medio Oriente que, aunque suene increíble, fue sintetizado por un hombre que hace 26 años se encuentra preso y totalmente incomunicado en la isla-prisión de Imrali, en Turquía. Ese hombre es Abdullah Öcalan y hoy su pensamiento rompió los barrotes que lo separan de su pueblo e ilumina un futuro con esperanza.

FUENTE: Leandro Albani / Kurdistán América Latina